“Sano…¡Cómo suena esto aquí! ¿Tiene sentido todavía?
Aquí cada uno es como un elíxir fresco
pero no he visto a los que nos han de beber”
Rilke: Réquiem por la muerte de un niño
Mis torpes manos acarician tu forma de tigre. De tigre bueno,
cuando todas las mañanas pones frente a mis ojos,
una mansa aurora de colores para jugar con mi alma.
Luego, dibujas la luz, los árboles y sus pájaros
que cantan alegremente
cuando tomas mi mano con amor temprano,
el único amor posible para una nena casi muerta
que sólo habla el idioma de su tigre.
Así he aprendido muchas cosas:
A contar nubes y estrellas,
a pronunciar mi nombre y el de la noche;
agradecer mi vida y mi maestra,
y disfrutar del sincero cariño de todos aquellos
que día a día anticipan mi pequeño paraíso.
Tu piel es como un libro
donde leo una poesía casi incomprensible
cuando aran mis dedos, esparciendo la semilla
de una alegría oculta entre sencillas lágrimas.
Yo no puedo entender todo lo que haces, y es por eso
que te amo en silencio, en mi inmovilidad perfecta,
mientras tú me enseñas que esa aurora quieta,
es el sutil puente entre mi salud y tu alegría;
entre tu serenidad de tigre y mi resolución de niña
para seguir amándote.
II
Hemos creado nuestro propio cielo, nuestra tierra,
y el mismo sueño que soñamos. Pero nuestros cuerpos
aún tienen la rígida posición exacta que necesitan
quienes han de acomodarlos,
y mis ojos sin preguntas, hace tiempo que entienden el lenguaje
de aquella que ha de acompañarnos.
Soles y planetas gravitan sobre nosotros, ¡y cuán leve es lo que sentimos
cuando mis manos te acarician y hablan con el mismo silencio que mi alma,
aunque un día nos separen y me beban como un elíxir fresco,
sin saber que ambos fuimos una misma carne!
III
En ese día seré librada de este peso,
de mi cama, de mi silla, de mis ropas,
y podrás decirle al ángel los secretos que tanto compartimos.
Pequeño tigre, cuéntale nuestra historia
abrazado a él, para que entienda
que siempre habrá más bien que dolor en esta tierra.
Y aunque tarde mucho en comprenderte,
sé que al fin entenderá, se alegrará y te amará
como yo te he amado.
IV
¡De cuántas auroras le hablarás cuando me vaya y deje
en tu suave piel, el perfume de lo que fue mi vida!
Balcarce, 20/7 al 8/8/2007
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