En el Alas, el futuro es de acá a un rato. No existen ni importan las proyecciones. Como dijo Marmorato: -Por aquí el futuro ya pasó. Digamos que se vive en un ahora algo extendido, de un ratito nomás.
Algunos de los muchachos pueden trabajar un día, pero cobran al fin de la jornada y gastan al instante. Cobrar a fin de mes significa acumular trabajo en el haber de un tercero: algo aun más perverso que ahorrar dinero. Los colombófilos reinyectan todo lo que reciben en el sistema económico. No van al supermercado ni a las cadenas comerciales; van al almacén de Vasco, al bar de Moschetto y a la tienda del Turco Taja. Reciben allí mucho más que aquello que compran y dejan mucho más que el importe que pagan.
El ahora dura un rato. Cuando se termina, empezará otro nuevo con toda la magia de lo nuevo, de lo incierto y del volver a empezar. Es necesario comprender esto para entender la actitud de los muchachos. Soguita jamás va a pagar una deuda quinielera a menos que tenga dinero y que le peguen ahora mismo. Si lo van a fajar recién mañana, mañana verá que hace. Para ganar a la quiniela con Soguita hay que acertar el número y hay que encontrar a Soguita con plata. Esta conjunción es verdaderamente difícil de cumplir, digamos imposible y por eso mismo Soguita tiene tantos clientes. A la mayoría de ellos les fía las apuestas y a estos mismos les debe los premios. Los problemas aparecen cuando viene un forastero que no entiende.
Por la corta duración del futuro los muchachos jamás entenderán el ahorro ni la previsión. Ellos mantienen fuerte un niño que los hace felices. Si le damos 10 chocolates a un pibe, se va a comer los 10. No va a guardar siquiera uno para más adelante. Si se empacha y mañana lo llevan a la Vieja Vinacha a tirar el cuerito; se la aguanta, eso sólo tal vez ocurrirá y será mañana.
Los muchachos jamás ahorran, sólo pueden llegar a recolectar lo que tiene cada uno en el bolsillo para comprar un vino o un pedazo de carne para un asadito. Nunca tendrán demasiado ni se lo permitirían. Nunca gastarían mucho en un vino mientras otros no tienen para comer.
Una mala experiencia de los colombófilos con el futuro fue el caso de Ernesto, alguien especialmente preocupado por lo que vendrá. Ya de chico Ernesto era un pibe ansioso; más ansioso que el común de los niños. Era uno de los pocos niños con reloj, tal vez por su obsesión con el paso del tiempo. Cuando jugaban un picadito, él controlaba el tiempo y cómo no podía esperar al fin del partido para ver el resultado, adelantaba el reloj. Así los encuentros duraban 2 o tres minutos y en general terminaban 0 a 0. Aburridos de esto, sus amigos le quitaron el control del tiempo y comenzaron a jugar a un número determinado de goles, digamos al que llegaba primero a 7. Ansioso Ernesto por conocer el fin del partido solía cometer muchos goles en contra que le costaron una que otra paliza. Así se transformó en un habilidoso delantero capaz de marcar 7 goles en 3 minutos.
Ernesto no podía esperar al futuro para ver cómo sería de adulto y creció muy rápido, convirtiéndose en un ansioso adulto. No podía esperar al tiempo para ver como sería de viejo, y envejeció. Comprendió ahí su error, pero ya era tarde y murió intentando retrasar el futuro. Los muchachos no pudieron ayudar a Ernesto, pero esa no fue la única ni la última de sus disputas con el futuro.
Algunos recordarán cuando el Dr. Ulises Garsú se pasaba la “vida” atendiendo su farmacia las 24 horas del día. Lo hacía para ganar dinero, que reinvertía en la farmacia para ganar más dinero y así mejorar aun más su farmacia.
La farmacia Garsú era el único lugar abierto en la noche Balcarceña. En las madrugadas, el Turco Alcoyana solía pasar por allí a charlar con Garsú mientras se tomaban algunas copitas de una solución que el farmacéutico preparaba con alcohol fino y pastillas de eucalipto al 1% (1% de eucalipto). Una fría noche de Agosto, la ocasión dio para una charla personal:
-¿Qué pasa Garsú, que usted está siempre triste?. Se acuerda cuando éramos pibes y jugábamos en la calle en patas, usted era un pibe feliz como todos nosotros, ¿por qué no lo intenta de nuevo?
-Sabe que pasa Alcoyana, ya no creo que pueda, tengo una rodilla jodida y callos plantales. ¡Encima esa calle ahora está pavimentada!
-Me alegra Garsú que conserve el humor, ¡pero no se haga el pelotudo! ¿Que hace todo el día y la noche aquí adentro? ¿Para qué quiere más plata?
-Amigo Alcoyana, a mi no me interesa el dinero, ¡sólo me interesa la farmacia! Además, vivo con muy poco.
-Entonces es más fácil de lo que pensaba. Garsú, usted tiene el niño intacto, sólo que juega siempre con un mismo juguete que entiende y sabe usar bien. Hoy sabe cómo va ser mañana y no quiere experimentar con nada más por miedo. Le aseguro que nada peor que este estado alienado puede ocurrirle y no hay límite para lo bueno: ¡maravillosas experiencias pueden suceder!
-Alcoyana, es posible que lo que usted dice sea verdad, pero no sé, ya llevo mucho tiempo así.
-Como decía el Viejo Godel, hay verdades que no pueden demostrarse y mentiras que no pueden descubrirse. ¡Tome lo que más le guste!
El Dr. Garsú se quedó unos instantes pensando en silencio. En silencio abrazó a su amigo Alcoyana y juntos abandonaron la farmacia que nunca más funcionó; despertaron al cantinero Farias para que les abriera el “Alas Balcarceñas” y jugaron metegol el resto de la noche. Así Garsú volvió a ser uno de los muchachos del Alas; rescatado de un futuro cierto, posado en un presente para vivir.
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