Un niño, frente a mí, va mirando el paisaje;
sus ojillos descubren las flores campesinas,
y como el tren se lanza por valles y colinas
este niño se llena de emoción en el viaje.
Silabea palabras que apenas oigo, asombra
ésta mirada suya penetrante y tranquila,
se dijera que ansía que su clara pupila
aprisione los bellos pormenores que nombra...
Los demás, abstraídos, el paisaje olvidamos.
El pensamiento nuestro cesa de hilar, reposa...
Yo me he dicho ante el niño que admira el cielo rosa:
él es el más poeta de los que aquí viajamos.
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