Somos una estructura
con infinitos dedos,
un tacto desmedido
de pincel. Somos
lo vertical como síntoma,
la velocidad como síntoma,
la fiebre, como enfermedad
creadora. Somos
azul ultramar en tiempo detenido,
trayectoria espiral
que ignora el asidero
y se eleva
en tinta y destrucción
esculpiendo un mecano y una enredadera.
Somos
un aliento minúsculo
en el aire viciado
por la iconomímesis del trazo repetido,
por el ojo traslúcido,
por la muñeca artrítica,
por el paso en la huella de la cartografía.
Y somos un país con fronteras erráticas,
un grito apuntalado
con nuestros propios huesos,
somos la génesis
de una cicatriz hermosa e indolora,
la semilla de algo
que aún no comprendemos.
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