¡Ser o no ser! ¡La alternativa es ésta!
Si es a la luz de la razón más digno
Sufrir los golpes y punzantes dardos
De suerte horrenda, o terminar la lucha
En guerra contra un piélago de males.
Morir; dormir. ¿Dormir? ¡Soñar acaso!
¡Ah! La rémora es esa; pues qué sueños
podrán ser los que acaso sobrevengan
en el dormir profundo de la muerte,
ya de mortal envoltura despojados,
suspende la razón: ahí el motivo
que a la desgracia dé tan larga vida.
¿Quién las contrariedades, el azote
de la fortuna soportar pudiera,
la sinrazón del déspota, del vano
el ceño, de la ley las dilaciones,
de un amor despreciado, las angustias,
del poder los insultos, y el escarnio
que del menguado el mérito tolera,
cuando él mismo su paz conseguiría
con un mero punzón? ¿Quién soportara
cargas, que con gemidos y dolores
ha de llevar en vida fatigosa,
si el recelo de un algo tras la muerte,
incógnita región de donde nunca
vuelve el viajero, no turbara el juicio,
haciéndonos sufrir el mal presente
antes que en busca ir de lo ignorado?
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