sábado, 22 de junio de 2013

La gran noticia Por Ricardo Palma

A un viejo que pasaba por la calle,
una niña bonita
y de arrogante talle
detuvo el faldón de la levita,
diciéndole: -Señor, por vida suya,
quiero que usted me instruya
de las nuevas que aquí me participa
una tía que tengo en Arequipa.-
Y, sin más requilorio,
una carta pasóle al vejestorio.

Cabalgó el buen señor sobre sus ojos
un grave par de anteojos:
el sobre contemoló, rompió la oblea,
la arenilla quitó de los borrones,
examinó la firma, linda o fea,
y se extasió media hora en los renglones.

Ya de aguardar cansada,
-¿Qué me dicen, señor?-dijo la bella.
Y el viejo echó a llorar diciendo: -¡Nada!
Has nacido, mi bien, con mala estrella.-

Asustada la joven del exceso
de llanto del anciano,
le preguntó. -¿Quizá murió mi hermano?-
El viejo respondió: -¡Ay!, es peor que eso.
-¿Está enferma mi madre? Todavía
es peor cosa, hija mía.
No puedes resistir esta desgracia…
Yo, viejo y todo, me volvería loco.
-¿Qué ha sucedido, pues, por Santa Engracia?
-Que tú no sabes leer… ¡ni yo tampoco!

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