sábado, 22 de junio de 2013

Vitiligo Por Enrique Spinelli

En la hermosa ciudad de Balcarce, habita una hermosa muchacha con vitiligo. Las viejas chusmas de vereda, como los contadores públicos y los vendedores de autos, sólo ven vitíligo; pero ante los muchachos del Alas, ante los mecánicos y ante los viejitos del Savoy, la piba nos florece en bellísimas imágenes.
El Dr Garsú pasa horas absorto observándola; viendo como su piel le muestra distintas figuras. Nunca sabremos si estas figuras son reales o producto de nuestra percepción, vulnerable al clima, a nuestro ánimo, a nosotros. Pero … ¿Cuál sería la diferencia? El asunto es que su piel puede lucir como un simple mapa, pero en algún mágico momento nos parece formada por suaves pétalos. También suele mostrarnos dragones, grifos enfurecidos, hadas amables y nubes difusas.
No está claro cómo ni por qué se producen estos cambios.
Todos esperamos ansiosos el verano y sus soleras. Ni hablar de observarla en bikini en el balneario de San Agustín. Es importante hacerlo sin incomodarla, sino las figuras desaparecen. Siempre me obsesionó una forma sobre su espalda, justo entre los omóplatos. Me encanta treparme al sauce (el que está cerca del trampolín) y observarla mientras reposa bajo el árbol. Al igual que esas postales mágicas y las bolitas norteamericanas, las formas varían según la orientación de nuestra mirada. Así, suelo pasar temporadas observando sus mariposas, nubes, pajaritos, flores que se abren, flores que se cierran, manos, pañuelos que vuelan; hasta que me descubre y aparecen bestiales dragones vociferando fuego de ira. Son escenas bellísimas, pero debo dejarlas ir porque son precursores de terrenales ojotazos.
Cuando esta mujer ama, su cuerpo se puebla de labios, se vuelve toda boca; capaz de abrazar en besos. ¡Y nosotros tan limitados!
Todos conocemos sus formas públicas; pero dicen que la metamorfosis más bella es la privada. Cuentan que al recorrerla aparecen bahías, charquitos, laguitos, mares calmos y mares enfurecidos, que parecen decididos a destruirnos para luego amansarse y transmutarse en desolados paisajes de calma. Todo en rosa, rosa tenue, rosa viejo y rosa suave, muy suave.

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