Pero la filiación americana de la renovación modernista no depende de elementos aborígenes, locales o indigenistas. Se trató de un movimiento cosmopolita, refinado. Su lenguaje sobrevivió largamente al proyecto modernista organizado en escuela.
En la primera etapa, el Modernismo no se interesó por la realidad latinoamericana, y si apeló a esos elementos fue con el mismo criterio exotista con que hacía referencia al Oriente o a la antigüedad grecolatina. Este Modernismo americano, que tanto aportó al nivel expresivo, no hizo aportes a la cuestión temática, y en su afán cosmopolita eludió sistemáticamente el medio circundante. Esta posición se explica dentro de la ideología de la época: es el momento en que surgen los grandes centros urbanos y en que la economía latinoamericana entra en el circuito de los mercados internacionales; el comercio se universaliza y las oligarquías se vuelven cosmopolitas, como la literatura que produce el período.
Recién en una segunda etapa los modernistas vuelven los ojos a América (Ariel, del uruguayo Rodó, 1900); Cantos de vida y esperanza de Darío, 1905; Odas seculares del argentino Leopoldo Lugones, 1910). No es casual que estos tres libros aparecieran luego de que los Estados Unidos emprendieran dos intervenciones en América Latina: Cuba y Puerto Rico (1898), Panamá (1903). Lo que intentan es preservar los valores espirituales constituidos por la lengua, la nacionalidad, la religión y la tradición frente a la inquietante presencia norteamericana. Sin embargo, no se trata de una oposición fundamental, pues admiran a los Estados Unidos como bien se puede ver en Rubén Darío, en la primera parte de su poema A Roosevelt (“Los Estados Unidos son potentes y grandes”) y, sobre todo, en la Salutación al águila. Se trataba más bien de una rivalidad nacional ante el creciente poderío norteamericano. La posición de los modernistas no tiene, pues, nada que ver con el programa latinoamericano de la generación anterior, y la visión del continente es superficial, exotista o estetizante (los términos y nombres americanos con que Darío salpica algunos poemas son utilizados sólo por su riqueza fonética o por extrañeza).
El pensamiento antiimperialista en Latinoamérica
Desde la lucha por la independencia de Cuba (con los escritos de José Martí) hasta la causa de Augusto Sandino en Nicaragua, se desarrolla en América Latina la corriente de pensamiento antiimperialista. La crítica y la denuncia del avance imperial norteamericano estuvieron presentes en la Reforma Universitaria de 1918, y tuvieron su expresión cultural en el modernismo literario de Rubén Darío, José Enrique Rodó, José Vasconcelos y José Ingenieros, que adhirieron también a los ideales latinoamericanistas.
Como ha destacado Néstor Kohan, podemos comprender el modernismo en un sentido amplio, no limitado únicamente al movimiento literario. Los modernistas criticaron la arrogancia materialista del imperialismo. Esto se ve claramente en Ariel, del escritor uruguayo José Rodó, que contrapone la cultura latinoamericana a la civilización yanqui imperialista, “síntesis del materialismo económico, de la ética utilitarista, del reino mediocre de la sociedad de masas urbana, anónima, rutinaria y vulgar, y del predominio despiadado de la cantidad dineraria”.
(De “Historia Latinoamericana 1700-2005: Sociedades, culturas, procesos políticos y económicos”, capítulo 7. Marisa Gallego, Teresa Eggers-Brass, Fernanda Gil Lozano. Editorial Maipue, 2006).
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