Ciertamente el tío Sam, auténtico símbolo de los estadounidenses, no tuvo precisamente lo que puede decirse un origen noble.
Durante la segunda guerra entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, en 1812, Samuel Wilson, un inspector que aprovisionaba carne al ejército, imprimió en los barriles de salazón las iniciales U.S., que significaban United States. Sin embargo, los soldados las interpretaron peyorativamente como Uncle Sam (tío Sam).
A partir de entonces este personaje empieza a tomar carta de naturaleza entre las gentes de la zona norte de Nueva York y Vermont, que se oponían a la guerra. Por primera vez aparece en las páginas de un periódico en Troy, en el estado de Nueva York, en 1831. Tres años más tarde se publica un libro titulado, precisamente, Las aventuras del tío Sam. Poco a poco fue ganándose las simpatías del pueblo norteamericano, hasta que en 1961 el Congreso de los EE.UU. lo reconoce como símbolo nacional. Su traje repleto de barras y estrellas, se remonta a los años treinta del siglo XIX, tomando la imagen de las caricaturas que de Seba Smith, ensayista político de humor del momento, se hicieron en aquel entonces. Dan Rice, un célebre payaso, se encargó de popularizarlo.
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