jueves, 27 de junio de 2013

TODO ORDENADO - Liliana Colavita

El dispositivo indicó que era hora de levantarse. Apretó el botón de la derecha y los chorros de aire que mantenían su cuerpo suspendido pararon lentamente. Hacía tiempo se había descubierto que era más saludable dormir suspendido en estos chorros de aire que en antihigiénicos colchones de plumas, lana o poliéster.
Apoyó los pies en el suelo y aseguró el equilibrio. Fue al baño. En el espejo había pegado una foto de muchos años atrás para recordar cómo era originalmente. La miró como todos los días comparándola con lo que se reflejaba ahora. Era cuestión de aceptar el cambio. En realidad, la imagen del espejo era mucho mejor. Se le veía joven, agradable, el modelo requerido. No era su propia imagen, pero esto no le importaba a nadie ya. Ahora se le conocía de esta manera. Era obligación ser así: un patrón para cada necesidad. Alguien se encargaba de darle a cada uno el aspecto y la inteligencia convenientes.
Una vez en el baño, entró a la casilla de purificación hermética. Cuando la cerró, una especie de llovizna con un bien logrado aroma a fresco rodeó su cuerpo. Al salir, recordó remotamente la ducha. Desde que había empezado a escasear el agua, habían instalado estos sistemas de higiene y desinfección.
Apoyó su mano derecha en una pantalla y a los pocos segundos se encendió la luz verde, que indicaba que Alguien le daba el visto bueno de salud y preparación para salir de casa. No tenía que preocuparse por elegir ropa: cuando se encendía la luz verde, a la vez, se abría la gaveta donde se guardaban los uniformes con la fecha correspondiente. Estaban desinfectados.
En un rato pasaría el transporte que se acoplaría a la puerta de su casa para evitar que el aire le contaminara o enfermara. Se había terminado el peligro de contagios, el atascamiento en las rutas, no había asaltos ni piquetes, los enfermos y los diferentes estaban aislados. El viaje sería cómodo y seguro.
Estaba todo muy bien organizado. Desde el trabajo hasta la comida apropiada, acorde a la tarea a cumplir por cada uno. Había una tecla y un código para cada cosa que siempre funcionaban.
Cada día, Alguien entregaba un chip con instrucciones precisas para aprovechar los momentos de ocio.
Los sistemas nunca se caían.
Había llegado la época del orden. Se habían terminado los desórdenes en todos los órdenes. Ahora imperaba el orden. El orden se había logrado impartiendo órdenes que quienes ordenaban hacían cumplir ordenadamente.
Qué increíble que se sintiera tan mal esta mañana...

No hay comentarios:

Publicar un comentario