¡Celeste libertad! ¡Astro fecundo,
que triste a veces su fulgor derrama,
cuando al mirar su luz trocada en llama
mejor destruye que ilumina el mundo!
Ya hundida del abismo en lo profundo,
ya rica de poder, de gloria y fama,
como la madre sus hijos clama,
aclamo yo tu imperio sin segundo.
Dentro del corazón tu nombre leo:
antes que ausente de mi hogar te llore,
antes que el hierro del esclavo muerda,
de mi existencia en fin hallar deseo:
¡Maldito aquel que hipócrita te adore!
¡Maldito aquel que estúpido te pierda!
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