martes, 18 de junio de 2013

Contante un cuento IV - Mención de honor categoría “A “ - Martina Pérez

El loco

Alumna de 1º de Colegio Santa Rosa de Lima


   Hola, mi nombre es Agustín, soy alto, rubio y me encantan los deportes. Tengo 10 años y  una vida tranquila, pero mi familia la hace un poco complicada: mi mamá nunca está en casa, mi papá trabaja la mayor parte del día y cuando llega se queda toda la noche mirando esas telenovelas, que para mi gusto, son patéticas. Y por último, mi insoportable hermana Lula, la cual ¡me vuelve loco!.  Su trabajo, literalmente, es molestarme desde que se levanta hasta que se acuesta.
   Mi casa es linda, no muy grande,  es cómoda. Está ubicada en el barrio Washington, es un barrio tranquilo. Lo que siempre me llama la atención es la casa del loco Adams. Está ubicada  a una cuadra de mi casa. Su casa parece salida de una película de terror, abandonada, toda sucia, las puertas y las ventanas están rotas y sucias. El loco Adams es un viejo más o menos de 60 años, pero si lo ves parece de 150, su pelo es blanco, muy blanco y  sucio, Su  barba del mismo tono termina donde empieza su pecho, tiene un ojo enorme, negro que parece que hipnotiza, y el otro es tan pequeño que no se puede distinguir ni su color.
    Desde pequeño siempre me dio mucho miedo el loco Adams, y aún hoy.  Siempre que lo veo me tiemblan las piernas y me quedo congelado.
   Una vez, estábamos con mi mejor amigo Martín, en mi casa, cansados viendo las telenovelas patéticas y aburridas de siempre. Y como si eso era poco, estaba Lula molestándonos. Yo quería salir, para alejarnos de Lula.
-¿Vamos al centro o a  otro lado?- le dije a Martín.
-Tengo una idea, vamos a la casa del loco Adams - me respondió él.
-Me parece que la gaseosa te afectó un poco, ¡ni loco! - le dije.
   La conversación siguió hasta que logró convencerme de esa locura. Cuando llegamos a la casa, de pronto todo el cielo se puso negro. Yo estaba muerto de miedo, en cambio a Martín le parecía toda una aventura.
- Entremos - me dijo.
Yo no quería hacerlo pero siempre termina convenciéndome, así que acepté.
La puerta estaba cerrada con llave, o se había quedado atascada con el desnivel que tenía una parte de la misma. De modo que no nos quedó otra que entrar por la ventana que estaba a su lado. Nunca sentí tanto miedo. Cuando abrimos la ventana casi se nos cayó en la cabeza, todas las maderas estaban sueltas y podridas, con clavos puntiagudos que sobresalían de ella. Estábamos  a punto de entrar, cuando un gato negro saltó de la ventana justo en la cabeza de Martín, en ese momento él empezó a sentir miedo, yo estaba a punto de morirme, parecía que el susto podía controlar todo mi cuerpo. Finalmente
entramos, pero  de golpe se cerró la ventana. Todo estaba oscuro, no se veía nada. De pronto todas las luces se encendieron, pero no duraron ni dos segundos… nos quedamos de nuevo a oscuras. Por suerte, llevábamos el celular de Martín que tenía una linterna. Caminamos y caminamos por un pasillo larguísimo, hasta que llegamos a una puerta rota, sentimos una risa malvada, que provenía de esa misma puerta, los dos estábamos temblando, como si estuviéramos en medio de un terremoto. De pronto, la puerta se abrió, y una luz verde nos alumbraba, ¡era el loco Adams!, que sabía desde el principio que estábamos en su casa. Nos quedamos congelados por cinco minutos y el loco Adams también, era como si nos hubiera atrapado una clase de rayo o poder. Ni bien pude moverme salí corriendo lo más rápido posible, quise mover a Martín pero no lo conseguí. El segundo en moverse fue el loco Adams, que se lo llevó a la habitación de luz verde. Yo fui corriendo a una escalera que estaba justo encima, y de ahí pude ver todo, desde que entró, hasta como mató a mi mejor amigo, estaba seguro de que el próximo en morir iba a ser yo, así que fui corriendo hacia la ventana y por segundos pude escapar.
   Me fui aterrorizado a mi casa, les conté a mis padres pero no me creyeron. Así que me fui a mi cuarto a dormir, a tranquilizarme. Tuve pesadillas toda la noche, no podía dejar de pensar en el monstruo que había matado a mi mejor amigo. Solo me consolaba  recordar todos los momentos que habíamos pasado juntos, lloré toda la noche.
   Cuando me levanté, mi padre me pidió que fuera al supermercado, porque él estaba super ocupado mirando su patética telenovela. El supermercado quedaba a dos cuadras de mi casa, y tenía que pasar justo por enfrente de la casa del loco Adams, Pero algo raro pasó, la casa ya no estaba, en su lugar había una hermosísima casa blanca con rejas. Los nuevos vecinos eran de apellido Wagner. Oh casualidad , Wagner era el apellido de mi mejor amigo, Martín Wagner.
   Los padres de Martín se habían mudado a esa casa, que apareció mágicamente. Y lo más raro fue que Martín, ¡estaba vivo!, cuando yo había visto como lo había matado con una navaja y había quedado en el suelo lleno de sangre.
   Fui al supermercado, dejé las cosas en mi casa y fui a visitar a mi amigo Martín. Le pregunté si se acordaba de algo, pero, en su lugar, me dijo que estaba loco, y él no se acordaba de nada, que nunca había muerto.
- Estoy vivo, ¿no?- me decía, mientras se burlaba de mí.
  Volví a mi casa y me puse a pensar, pensar, pensar y pensar… Solo pensar.

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