Vio en la eminente roca donde anida
el águila real, que se le llega
un torpe caracol de la honda vega,
y exclama sorprendida:
-¿Cómo, con ese andar tan perezoso,
tan arriba subiste a visitarme?
-Subí, señora, contestó el baboso,
a fuerza de arrastrarme.
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