Trajeron dos caballos
y sudaron
bajo el látigo.
Trajeron cien caballos
y cien hombres atrás
daban vueltas
a las ruedas del carro.
Mil caballos.
Mil hombres.
Las ruedas en el barro
y el látigo sudando.
Y vino un hombre,
un hombre solo,
tan igual a los hombres,
con un rostro,
una camisa,
un saco,
un pantalón.
Y dijo una palabra
que todos entendieron,
como si la hubiese tomado
del aire,
del fuego,
de la tierra
o del agua,
y anduvo el carro
con un solo caballo.
Después
pidió que le devolvieran
la palabra
para seguir andando.
La habían olvidado;
nadie pudo recordar las palabra.
Y lo dejaron solo
con los pies en el barro.
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