Un hombre. Las costas verdes, los arandizales
El mostrador donde acodabas tus hazañas,
aquellas suelas y el martillo curvo.
las telas de las nutrias,
la manta, testimonio de esa fiebre
que trajiste del Norte.
El machete triunfal sobre las pajas,
las redes abiertas junto a tus polémicas,
la canoa prestada y los anzuelos,
la cuadra de batatas que dejaste sembradas
entra en el territorio del recuerdo,
porque la vida de un hombre, de un loco, de un rebelde,
de un disconforme eterno
de un hombre que no supo hacer dinero
pero sí caminar, conversar, beber, estar en desacuerdo
y desatárselo en palabras a la gente,
porque la vida de un hombre como tú, digo
no es más que esto,
una enumeración de circunstancias,
el recuerdo de un proceso,
una barba crecida, un hijo muerto, unos ojos brillantes,
grajos del Gualeguay entre los remos.
En el agua tenías que morir, no hay que asombrarse
Tendiendo redes en la noche, para pescar, por fin, tu corazón inquieto.
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