Ciertos animalitos,
todos de cuatro pies,
a la gallina ciega
jugaban una vez.
Un perrito, una zorra
y un ratón, que son tres:
una ardilla, una liebre
y un mono, que son seis.
El mono a todos vendaba
los ojos, como que es
el que mejor se sabe
de las manos valer.
Oyó un topo la bulla
y dijo: Pues, pardiez,
que voy allá, y en rueda
me he de meter también.
Pidió que le admitiesen;
y el mono, muy cortés,
se lo otorgó, sin duda
para hacer burla de él.
El topo a cada paso
daba veinte traspiés,
porque tiene los ojos
cubiertos de una piel.
Y a la primera vuelta,
como era de creer,
facilísimamente
pillan a su merced.
De ser gallina ciega
le tocaba la vez;
y ¿quién mejor podía
hacer este papel?.
Pero él, con disimulo
por el bien parecer,
dijo al mono: ¿Qué hacemos?
Vaya, ¿me venda usted?.
Si el que es ciego y lo sabe,
aparenta que ve,
quien sabe que es un tonto,
¿confesará que lo es?
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