Usábamos a principios de la década del 50, dos medios para ir a Buenos Aires. El más frecuente era por la Ruta 2, en el camión Chevrolet 1938, rojo, en cuyas puertas lucía filigranado y orgulloso el nombre de mi papá y mi tío que eran los dueños. En ese camión llevan papa al mercado de La Plata. Los viajes, generalmente los hacía el tío porque era soltero, y los camioneros, “ya se sabe” decían a media voz en la familia!
Cuando viajaba papá, mamá y yo íbamos con él. Por una Ruta 2 angosta y sin muchas estaciones de servicio, siempre viajábamos muy contentos. Mamá llevaba un calentador a alcohol, que era como una bocha de aluminio con una mecha de tela, con una hornalla que encajaba en la bocha. Ahí se calentaba agua para el mate y la leche para mí. Solamente había algún restaurante que otro y no muchos baños, por eso de vez en cuando, parábamos cerca de un monte. ¡Nada de “Areas de Servicios“ “Full”, “Minimercado”, “AM/PM” o “Mac Donalds”!
Uno de los viajes en camión fue para ir a la Fiat a buscar un tractor U25, que papá decía que había conseguido haciendo unos trámites como decía el General ¡como no iba a ser peronista!
Y justo un año fuimos y los tíos habían sacado entradas para cine y teatro y no hubo funciones porque era 26 de julio y se había muerto la Jefa Espiritual de los Argentinos y todo el país estaba de luto. Y mamá se enojó y lo recordó durante muchos años, como “las vacaciones arruinadas porque se murió la Eva” ¡Mamá era medio gorila, me parece!
La otra forma de viajar era en tren. Íbamos a la estación de Balcarce y allí esperábamos el tren que venía de Necochea. Mamá y yo entrábamos a un salón que tenía un cartel en la puerta que decía “Sala de Señoras” mientras papá se quedaba en el andén, fumando. Yo deletreaba “Sali-va-de-ro Pro-hi-bido escu-pir en el sue-lo” y no sabía lo que quería decir!
Cuando llegaba el tren, papá se cercioraba de que el vagón fuera el de asientos tapizados de verde, porque nunca íbamos en el de asientos de maderitas porque ahí llevaban a los presos, -me habían dicho- Después subíamos los tres, papá con las valijas y mamá con un canasto con la vianda. No todos los trenes tenían vagón comedor y si tenía “vaya a saber lo que te daban”
A mi me gustaba decir que quería ir al baño porque mamá fruncía la nariz y rezongaba un poco, hasta que papá le decía que me llevara tranquila que él vigilaba. Para ir al baño había que pasar a otro vagón con mucho cuidado porque a veces la pasada estaba un poco rota y tener cuidado al sentarse porque por el agujero del inodoro se veían pasar las vías. ¡Imagínate si te caías por ahí!
Seguramente, yo era muy chica, porque cuando nació mi hermana, yo tenía 8 años y ya íbamos a Buenos Aires en auto.
El primer viaje en auto fue en un Cadillac 1947, que papá y el tío habían comprado porque habían “pelechado” con la papá decían. ¡Y parecía como si fuéramos ricos!
El Cadillac, tenía calefacción y radio con muchos botones y en vez de calentador a alcohol, mamá llevaba termos. Yo iba en el asiento de atrás, sentada a un costado del moisés de cuero en el que iba mi hermana. En el baúl llevábamos un lechón, una bolsa de papas, un jamón y pollos. ¡Lástima no se podían llevar tantas cosas como en el camión!
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