Debiste verlo, María,
tendido sobre las vías,
esperando acaso el destino,
elijo creer que me esperaba a mi.
Nunca tuve mas mascotas que mi ego.
¿Pero, cómo decirle no a su mirada?
¿A su pena cantada en aullidos?
¿A su bondad de festejar lo desconocido?
De pronto sonreí, así, de repente,
y decidimos ser amigos.
Su alegría es más grande que mis penas,
su inocencia más grande que mis demonios.
Es el amo de la casa,
reina donde antes era sólo silencio.
Pelea con su sombra, juega con el viento.
Debiste verlo, María...
debiste ver a mi perro.
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