Epifania
Alumno de 5º año de Colegio Santa Rosa de Lima
_ ¿Dónde demonios está tu vergüenza? ¡No puedo creer que te atrevas a venir después de todo lo que pasó!
Quiero hablar, pero mi boca no me obedece. ¡Por dios!... ni siquiera puedo mirarla a los ojos. Me siento débil, con una sensación de vacío. Toco con mi mano izquierda mi pecho y apoyo mi cara en el brazo; creo que nunca en mi vida necesité tanto coraje para solamente levantar la mirada y ver los ojos a alguien. Milagrosamente puedo articular algunas palabras:
_ De … deb… debés estar loca… ¿Q… qué pasó con el amor que teníamos?
_ ¡Lo arruinó tu indiferencia!
_ ¡Los horarios de trabajo me lo impedían! Sabés bien que desearía pasar todo el tiempo que pudiese en familia…
_ Si considerabas al alcohol como tu familia, ¡te felicito!... cumpliste tu deseo.
_ ¡N… no digas eso! Por favor… aunque sea dejame ver a los niños.
_ Es tarde, están durmiendo, como deberías estarlo vos. ¡Adiós!
Su portazo resuena en el barrio. Sigo contra la pared de la casa, no puedo reaccionar de ninguna manera. Una lágrima cae por mi mejilla y en cuestión de segundos es tragada por la tierra del jardín, no es la reacción que esperaba. No puedo volver a mi departamento, necesito un lugar en el que haya vivido más felicidades que angustias, un lugar donde pueda estar en paz. ¿Existirá tal lugar? Una imagen fragmentada pasa por mi cabeza. Soy yo en mi niñez, corriendo entre los árboles. Lo recuerdo y extrañamente sonrío. Es el pequeño bosque que se encuentra alejado de la ciudad, donde solía jugar entre los animales y las plantas, donde reía y cantaba. Es un buen recuerdo.
Sería estúpido ir ahí; ya no soy un niño; un simple bosque no puede curar la soledad y el dolor. Pero, a pesar de pensar eso, me estoy dirigiendo hacia allí; es un impulso que no controlo; me gustaría volver a probar esa paz.
Llego. Este lugar no ha cambiado nada: se siente nostálgico, familiar, triste y hermoso. Se respira un aire puro que llena mis pulmones y me relaja. Suavemente me recuesto bajo el viejo roble y levanto la mirada al cielo. Por fin siento sólo un poco de esa paz interior. Mis ojos se cierran.
No sabría decir la cantidad de tiempo exacto que estuve dormido, o si realmente desperté. Al tener los ojos abiertos noto que el paisaje se ha desvanecido y lo único que veo es un color negro que casi me enceguece. No estoy solo: hay una muchacha enfrente de mí. Su piel es blanca como la nieve y sus cabellos de color rojizo. Me mira y me sonríe. Se acerca y puedo oír su suave voz:
_ Despertaste… al fin. Esperé por mucho tiempo este momento para hablar.
_ Tenés una cara familiar… ¿Te conozco?
_ Podría decirse que sí y a la vez que no.
_ ¿Quién sos?
_ La pregunta correcta no es quién soy, sino qué es lo que soy. Mi nombre es Ánima… Ánima Libera, pero por favor, llamame Ani. Yo soy… una parte de tu esencia, una parte de tu alma.
¡Genial! Además de quedarme dormido en medio de un bosque que ya no puedo distinguir, ¡me despierto al lado de una lunática!
_ No es por ofender pero… ¿te das cuenta de lo ridículo que suena eso? Y en el caso de que seas una parte de mi alma, no comprendo; además no te parecés en nada a mí.
Su sonrisa se borra y se nota tristeza en su mirada; su voz, hasta entonces suave y serena, se vuelve débil y temblorosa; sin embargo, me mira con firmeza:
_ Esas son cosas que ni yo comprendo, el por qué soy tan diferente a mi ser original, y el por qué me rechazás como parte tuya. Pero créeme que eso no me impidió estar al lado tuyo luego de que tu familia se marchara de tu vida.
_ ¿Cómo sabés eso?
_ Siempre he estado aquí… pero tu soledad me alejó. No conseguiste cambiar tu situación y te aislaste de tu propia alma.
No sé por qué… pero caigo en su juego, le sigo la corriente , aún mucho peor, le creo. Supongo que me siento incompleto y esas palabras suenan como la razón de mi mal, hasta puedo decir que le encuentro lógica. En mi soledad divido mi alma en dos, tratando de tener compañía. Vuelvo a mirar a mi alrededor.
_ ¿Dónde estamos? No distingo este lugar.
_ Estamos dentro de nosotros. Este lugar, en algún momento, se vio iluminado por una luz cálida. Pero con el tiempo se volvió gris, y cuando te volcaste a la bebida y abandonaste a tu familia terminó por oscurecerse. Ya no queda nada. Pero estoy tratando de cambiarlo.
La miré, serio:
_ ¿Eso significa que tu presencia tiene un propósito?
_ Debo volver a vos pronto… o no podré volver jamás… Este lugar se convertirá en nada y estarás muerto en tu interior. Necesito que me ayudes, para tu bien y el mío.
_ Yo quiero cambiar, quiero ver feliz a mi familia, no quiero caer en la bebida, pero siento que mi voluntad es nula y me cuesta hacer este deseo realidad. ¿Cómo puedo cambiar?
_ ¿Probaste, simplemente, con intentarlo?
_ Hablás como si fuera algo fácil…
_ Nadie dice que lo sea… pero yo estoy aquí. Luchando lograrás abrir la puerta del cambio, y cuando sientas que no podés seguir, yo seré tu fuerza. Sólo así podrás convertir la sal de tus mejillas, en una nueva vida.
_ ¿Una nueva vida? ¿Y qué pasará con mi esposa y mis hijos?
_ Eso el tiempo lo dirá. Pero si a partir de hoy lográs cambiar, vas a ver puertas en el cielo y luz en tu ventana. Todo será posible. Sólo necesitás ser algo simple…
_ ¿Qué es ese algo?
_ Una buena persona. El hecho de que el camino que sigas es el correcto compensará tu vacío interno. Pero tenés que corregir los errores que cometiste hasta ahora.
_ Pero… ¿por dónde empiezo?
_ Hay una niña que todas las noches llora tu ausencia, ella no comprende por qué su papá ya no está con ella. Lo mismo sucede con un joven que extraña la calidez del abrazo de su padre. Y, en especial, hay una mujer que ve a sus hijos llorar. Ella tiene una carga demasiado pesada ya que, antes la compartía contigo. Ellos desean que vuelvas. ¿Te parece éste el comienzo indicado?
No puedo hacer más que llorar; llorar como nunca he llorado, al comprender que lo arruiné todo para todos…
El suelo sobre el que estoy parado se estremece. De pronto comienzo a ver todo borroso. Ani sonríe y llora al mismo tiempo:
_ ¿Te das cuenta, verdad? Has logrado entender el peso de tus acciones.
_ ¡¿Qué sucede?! ¡Ani!... ¡¿Qué está pasando?!
_ Este es el adiós, mi querido yo. Aprovechá esta oportunidad y seguí el consejo de tu ánima; seguí el deseo de tu corazón. Espero no necesitar volver a encontrarte, por favor, intentá construir un buen camino.
Me siento raro. El cuerpo me pesa. Abro lentamente los ojos. Veo un techo de color blanco. Me doy cuenta de que estoy recostado. Mi mano se siente cálida. Giro la cabeza y es ahí cuando la veo…Está sentada a mi lado, dormida. Su cara tiene los párpados rojos, seguro que por un llanto que yo provoqué. Los niños también están ahí, dormidos, en una cama al lado de la mía. Estoy en un hospital. Lentamente se despierta y me ve observándola. Rompo el silencio, incómodo:
_ Hola…
_ Seguís haciendo que me preocupe…
_ ¿Qué me pasó?
_ Sufriste un ataque en la puerta de casa. Los vecinos te encontraron tirado en el suelo con una mano en el pecho; estabas jadeando. ¡Por poco no te salvás! Casi sentí que, de verdad, empezaba a estar sola. Que mis hijos se quedarían sin padre.
_ Nunca…
_ …¿Qué?
_ Nunca… nunca más volverás a estar sola, si me lo permitís. No cargues con el peso de una familia vos sola, no sufras. No quiero que sufras. ¡No quiero que ningún ser querido sufra!
Ambos lloramos. Este es un nuevo día; esta vida es una nueva vida. No importa lo que pase de ahora en adelante, siempre seguiremos luchando para ver a nuestros hijos reír, para construir un futuro mejor. Encontré un camino y gané una voz interior que me acompañará por siempre en las adversidades.
Cada vez que se presenta un obstáculo voy a ese pequeño bosque y me siento bajo el viejo roble, sabiendo que estoy completo, que los problemas se pueden superar, sabiendo que ya no estoy solo. Ya no… nunca más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario