Era más bien tímido, no obstante su celebridad. Amaba la vida solitaria y habituaba dar largos paseos a pie por los alrededores de la ciudad. Cuéntase con este motivo que caminando cierta noche por una calle tranquila, oyó que en una casa tocaban una de sus obras. Empujó la puerta y entró; la ejecutante era una niña, quien al oír los pasos, volvióse a él, preguntando:
- ¿Eres tú, papá?
Beethoven comprendió que se hallaba frente a una ciega, y cariñosamente repuso:
- No, no soy tu papá, pero sí uno de tus mejores amigos: soy Beethoven.
- ¡Qué pena no verle a usted! exclamó la niña-
-No importa contestó el músico- ¡en cambio me oirá!
Y sentándose al piano, improvisó una melodía de infinita dulzura. Tal fue el origen de la famosa sonata “Claro de luna”, pues precisamente en aquel instante en astro de la noche enviaba un rayo a través de la ventana.
(De “Cien lecturas” de J. Flores y M. Mazzanti)
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