miércoles, 3 de julio de 2013

La poesía china (1º parte) - SU TUNG-P´O (SU SHIH)

La poesía china goza de una tradición de tres mil años, a través de los cuales ha desarrollado sus formas, metros y estilos. Los dos tipos de verso mejor conocidos son el shi y el ci. El primero es la más remota forma de poesía, escrita a menudo con un estricto número de monosílabos para cada verso. El segundo, que alcanzó su apogeo durante la dinastía Song, es un verso con irregular número de palabras, escrito para una melodía determinada. El chino, además, es una lengua de naturaleza musical. Es quizás, por esas circunstancias, que desde sus primeros poemas los chinos relacionaron la poesía con la música.
Esta ha sido escrita por emperadores y sus amantes, por monjes y generales, ciudadanos y campesinos, pero sobre todo por funcionarios, hombres educados en la escritura y lectura de los clásicos, así también sea cierto que para los chinos, en general, siempre ha estado primero la realización de sus ambiciones a través de una prolongada carrera administrativa, y luego la escritura de poemas.
Los chinos consideran a la poesía la más gloriosa de sus tradiciones literarias y han hechos grandes esfuerzos por conservarla y difundirla. Otros géneros literarios quizás expresen mejor ciertos aspectos filosóficos e intelectuales de su cultura, pero es con la poesía que ellos han encarado al mundo y a sí mismos.


El miraje Marino
[Refundición]

Hacia el este, nubes y mar: un vacío sobre otro vacío.
¿Y los inmortales van y vienen por esta vacuidad luminosa?
Aunque todas las formas nacen del oleaje de este mundo flotante,
En vano aguardo la aparición:
No hay puertas de cauri que se cierren sobre palacios de perla.
Lo sé: la visión es quimérica.
Pero mis ojos quieren ver esa invención de dioses.
Día frío, mar helado, aunque cielo y tierra reposan,
Concededme la gracia ¡y que despierten vuestros dragones!
No fue rechazada mi abrupta plegaria:
Torres sobre la orilla, colinas verdiazules en el alba de
escarcha,

¡El miraje, la maravilla que pasmó a los viejos!


Begonias

Viento del este, suave.
Rayo de luz que flota
Entre perfumes densos:
Salta por el balcón,
En persona, la luna.
Se adormecen las flores.
Larga contemplación:
A la luz de la vela
Su belleza es más roja.


Tinta derramada

Nubes -tinta que borra a medias las colinas.
Lluvia blanca -el granizo rebota en la cubierta.
Un ventarrón terrestre barre con todo y se va.

Al pie de la torre el agua se ha vuelto cielo.



Pensando en su mujer muerta

Diez años: cada día más lejos,
Cada día más borrosos, la muerta y el vivo.
No es que quiera recordar: no puedo olvidar.
A miles de li su tumba sola.
Pensamientos de ella, hacia ella: sin ella.
Si volviésemos a encontrarnos,
no me reconocerías:
El pelo blanco,
La cara del polvo mi cara.

Anoche soñé que regresaba a casa.
Te veía a través de la ventana de tu cuarto.
Te peinabas y me veías pero no hablabas.
Nos mirábamos, llorando.
Yo sé el lugar donde se rompe mi corazón:



Noche en barco

Débil viento entre juncos y espadañas. ¿Llueve?
Abro la escotilla: la luna ha inundado al lago.
Marineros y pájaros acuáticos sueñan el mismo sueño.
Como un zorro sorprendido salta un gran pez.
Hombres y bestias: unos a otros se olvidan.
Ya es tarde. Yo juego a solas con mi sombra.
Olas negras contra los bordos: dibujos de gusanos.
Araña colgante -es la luna atrapada en un sauce.
Pasa la vida rápida -no la deja la pena.
Veo este instante que se desvanece.
Canta un gallo. Campanas y tambores en la orilla.
Un grito y otro y otro. Cien pájaros de pronto.



Nevada

Nevó en Valle del Sur -una vista sin par.
Hinqué la espuela -nadie en la senda- breñas, broza
-Me adelanté a la madrugada- crucé el primero
El puente almagro -vi techumbres desfondadas,
Labriegos arruinados, su hambre desoída.
Lo que sentí lo sabe el cuervo crepuscular:
Hasta la punta vuela del árbol descarnado,
Se posa y una lluvia desata de carámbanos.











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