China ha sido un país de agricultores y de allí la importancia que se ha dado -en y fuera de la poesía- a «la naturaleza»: los cambios de las estaciones, la observancia de los rituales o el destino de los campesinos. En contraste con las ciudades, que representan riqueza, poder y corrupción, las montañas ofrecen seguridad, serenidad y libertad, un lugar donde uno puede disfrutar de la
grandeza de los paisajes, llevar una vida de acuerdo con las reglas del taoísmo o el budismo, o ir a la búsqueda de plantas medicinales que prolonguen la vida. Para los poetas burócratas, amenazados casi siempre por los reveses de la fortuna o la muerte, soñar con una vida placentera entre las montañas fue uno de sus ideales. Sin contar que cuando las guerras civiles estallaban, o los invasores extranjeros venían del norte, ir hacia las montañas era la casi única forma de salvar el pellejo. Pero si los occidentales ven en la naturaleza una expresión del Ser Supremo, para los chinos, imbuidos de taoísmo y budismo, la naturaleza es el cuerpo mismo del ser absoluto. Para ellos cada elemento del paisaje, desde el más sublime hasta el más bajo, son manifestaciones idénticas del Tao. Y el hombre, lejos de ser el amo y protector de la creación, es apenas uno más de esos elementos.
Aun cuando en las antiguas colecciones de poemas abunda el tema de la muerte, fue durante la época Han cuando los poetas cantaron, con mayor vigor, a la aterradora brevedad de la vida y el miedo a desaparecer. Con el tiempo, el arte y la literatura se han ocupado del asunto, celebrando la inmortalidad mediante la búsqueda de ella en los vientres de las montañas, o volando hacia los cielos en las alas de alguna de sus míticas grullas. Para los confucianos, sin
embargo, la inmortalidad es mas un asunto de salud física y descendencia, que del recuerdo que tengan de uno los vivos.
Amarre nocturno
Una cala en el río del Oeste.
El cielo azul aún. Ni el jirón de una nube.
La cubierta inundada por la luna.
Los tiempos de antes: Hsieh, gran general.
Yo le hubiera leído este poema.
Otros leyó, no míos. Hoy es sombra entre sombras.
Filo de luz: el alba. Leve viento: zarpamos.
Silenciosas caían las hojas de los arces.
Salida de Poi-ti
Al alba dejo Poi-ti, alto entre arreboles:
He de llegar abajo, hasta Kia-ling, antes de que pardee.
Entre los farallones chillar sin fin de monos.
Diez mil rabiones desciende mi chalupa.
Pregunta y respuesta
¿Por qué vivo en la colina verde-jade?
Río y no respondo. Mi corazón sereno:
Flor de durazno que arrastra la corriente.
No el mundo de los hombres,
Bajo otro cielo vivo, en otra tierra.
El santuario de la cumbre
La cumbre, el monasterio.
Ya es noche. Alzo la mano
y toco a las estrellas.
Hablo en voz baja: temo
que se despierte el cielo.
Ante el monte Ching-t´ing
Pájaros que se pierden en la altura.
Pasa una nube, quieta, a la deriva.
Solos y frente a frente, el monte y yo
No nos hemos cansado de mirarnos.
Li Po (701 - 762). Es el poeta más famoso y popular de la dinastía Tang, considerada la época de oro de la poesía china. Según testimonios de su tiempo, escribió cerca de 20.000 poemas, de los que se han conservado menos de la décima parte.
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