miércoles, 3 de julio de 2013

PRONÓSTICO ELECTORAL INFORMATIZADO - por Eros Verdull

Dispongo de un método para conocer, anticipadamente, los resultados de las próximas elecciones en Balcarce.
No se basa en proyecciones ni encuestas costosas. Conseguí lo que podría llamar un oráculo contemporáneo: me enviaron desde los Estados Unidos un programa elaborado por el equipo de la mismísima Pitonisa, Bill Gates, capaz de responder a multitud de preguntas con una precisión aceptable. Basta con introducirlas a través del teclado o de la voz. El programa posee una base de datos excepcional; comienza a descartar las respuestas más improbables y al cabo de unos segundos lanza el esperado vaticinio, simultáneamente por la pantalla y con una voz cavernosa de acento inglés.
Según me explicaron, es el que están utilizando los estrategas norteamericanos para decidir cómo debería estar constituido el nuevo gobierno de Irak, alternativo a la democrática opinión de sus sufridos ciudadanos.
Mi oráculo no es todavía perfecto. Ocurre que originalmente fue creado en inglés, así que tuve que realizar una traducción al castellano y evitar inconvenientes idiomáticos. Fue un proceso largo y complejo y debí descartar parte de los archivos -los que se referían a preguntas insustanciales- para utilizarlo en las primeras pruebas. Asimismo, incorporé aquellos que contuvieran datos locales de modalidades del acto comicial vernáculo, conformación de las listas, referencias de los candidatos, particularidades de la campaña electoral, etc.
Decidí probarlo ante testigos, imbuido de un espíritu pluralista acorde al tema: convoqué para eso a algunos amigos que pertenecen a las distintas corrientes políticas balcarceñas. Antes del experimento, les hice firmar un compromiso de que no se pondrían a discutir sobre cada cuestión, para no retardar el proceso y obtener resultados, de ser posible, antes del 28 de octubre.
Se sentaron los ocho en arco detrás de mí, comenzó a circular el mate y arrancamos con la primera pregunta:

¿Es este un proceso eleccionario limpio?

Con una rapidez vertiginosa la computadora empezó a mostrar en la pantalla las respuestas que iba descartando, mientras la voz gruñía y los fiscales, detrás, se retorcían en sus sillas. Yo temía que rompieran el compromiso asumido, pero se mantuvieron en sus cabales. Cuando el descarte terminó nos abalanzamos sobre la pantalla. La respuesta decía:

Si usted lo cree, siga participando.

La voz repitió más o menos lo mismo, aunque era imposible entender su castellano chapuceado con entonación gringa y algo de árabe.
Les expliqué a mis acompañantes cómo funcionan los oráculos desde la raíz de los tiempos, con esos enunciados que requieren interpretaciones, y al oírlos insinuar ocho distintas seguí con la segunda pregunta, acompañado otra vez por un silencio religioso que sólo interrumpía la succión final de algún verde:

¿Cómo se ha caracterizado la campaña electoral?

Otro descarte de respuestas, nuevos gruñidos y finalmente, una gran decepción: la pantalla en blanco. Los fiscales suspiraron en sus sillas y el mate se detuvo. Pero medio segundo más tarde, la voz respondió con una larga perorata que sólo pudimos comprender a medias.
Uno de los presentes, miembro de un grupo literario además de político, reconoció que el programa nos estaba devolviendo un antiguo poema medieval. Otro, aficionado a la filosofía, se puso de pie y apuntando con el índice hacia el techo exclamó que esa era una suposición a priori. Un tercero, estudiante de latín en sus tiempos mozos, murmuró: Nolite mittere margaritas ante porcos. Aplaudimos, porque nos pareció que hablaba de una flor. Otro se paró sobre la silla y comenzó a arengarnos, indignado, para que renunciáramos a la extranjerización colonialista de la voluntad popular, enfatizando a cada momento que fiel a sus principios y los de su partido, de una antigüedad más rancia que el latín del preopinante, se negaba a participar de esta  farsa. Por mayoría decidimos reiterar la pregunta y grabamos la voz para desmenuzar a gusto la enigmática respuesta. No pudimos dilucidar si efectivamente era el mentado poema u otro, pero la voz terminaba en cada pausa con palabras rimadas. Se sucedían las terminadas en ente, tales como diferente, gente, intendente y algunos de los que me acompañaban enrojecieron, aunque yo no podía verlos porque ya estaba tecleando la próxima pregunta:

¿Cuál es el factor que mayor incidencia tendrá en el voto positivo de los balcarceños?

La máquina enloqueció. Me pareció que su voz emitía un largo suspiro. Uno de los fiscales se retiró, discretamente, a calentar el agua. Cuando se suponía que la respuesta debía estar lista, nos encontramos con un rectángulo negro y un largo silencio. Todos coincidimos en que el programa había tenido una falla y nos dispusimos a resetear la computadora. Mi dedo se dirigió al botón correspondiente, pero en ese brevísimo lapso la pantalla revivió y se cubrió, desde el extremo superior izquierdo al inferior derecho, con un signo que no comprendimos:

$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$.

Nos encogimos de hombros, seguros de habernos olvidado de corregir algunos archivos, y continuamos con la siguiente:

¿Cuál es el factor que mayor incidencia tendrá en el voto negativo de las urnas?

Otra vez el descarte informatizado, veloz, lógico, de primer mundo, y una nueva decepción: la pantalla en blanco y mi dedo apuntando al botón de resetear. Pero esta vez fue la voz de la máquina la que nos envió otra respuesta absurda: un largo zumbido que no supimos interpretar, aunque según me pareció alguno de los presentes volvió a enrojecer.

Bzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz...

... se extendía la respuesta sin final.
Decidimos que ahora sí había que resetearla y cuando el programa se recargó acordamos entre todos que debíamos concentrarnos en las cuestiones más importantes, las referidas a los candidatos con mayores probabilidades.
Tecleé:

¿Habrá profesionales entre los elegidos?

La respuesta fue inmediata:

Pregunta absurda. La siguiente, please.

Detrás se insinuó otro debate interminable. Antes de que prosperara recordé en voz alta que el programa estaba pensado para la reconstrucción democrática de Irak, un país con shiitas, sunitas y todo eso, y no para Balcarce, crisol de razas, credos y demás.
Imprevistamente, la máquina había descifrado mis palabras y escribía en la pantalla:

Primero petróleo, segundo geopolítica, etnias y el resto irrelevante.

Las opiniones subieron de tono, así que propuse formular la pregunta clave.
Con el interés concentrado de todos los presentes y  los dedos temblorosos, tecleé:

¿Cuál es el nombre y apellido del intendente de Balcarce que surgirá de estas elecciones?

La máquina demoró menos que en los casos anteriores. Antes de que pudiéramos terminar otra rueda de mates, la respuesta centelleaba en la pantalla:

Osama Bin Laden.

Nos despedimos cordialmente, satisfechos de haber comprobado que la inteligencia más aguda no puede superar el veredicto de esas cajas cuadradas, elementales, adonde irán a parar nuestros sobres esperanzados, esto es, las urnas de octubre.

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