miércoles, 3 de julio de 2013

NO CREAMOS EN LAS ALABANZAS Por Benjamín Franklin

Cierto labrador envió un día a dos mozos de labranza para que trajeran un rastrillo de casa de un amigo.
Cuando legaron y vieron el tamaño del rastrillo, uno de ellos exclamó:
- Vaya una desconsideración la de nuestro amo. Sin duda no sabe lo que manda. ¿Cómo vamos a llevar una cosa de tanto peso?
- ¡Bah!  dijo el otro, que estaba muy orgulloso de su fuerza. Yo lo puedo levar solo. Ayúdame a cargarlo y ya verás.
El mozo empezó a caminar cargando con el rastrillo, mientras su camarada le gritaba:
- ¡Vaya si eres fuerte! ¡Jamás lo hubiera imaginado! ¡Eres un verdadero Sansón! ¡Seguramente no hay dos hombre como tú en América! Pero... descansa un momento; deja que te ayude.
- No, no  respondía el otro, más alentado por las alabanzas que fatigado por el peso. Ya verás como puedo llevarlo yo solo a la granja.
Y efectivamente, su amo lo vio llegar rendido, agobiado, pero victorioso, mientras el otro repetía:
- ¡Es admirable! ¡Es asombroso eso! ¡Nunca vi nada semejante!
Y el adulador muy descansado multiplicaba los elogios.
¡Cuántas veces nos encontramos en la vida con un rastrillo que hay que llevar entre dos, y somos tan tontos que creyendo en las alabanzas del que quiere librarse del trabajo, llevamos la carga nosotros.

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