Pocos han pintado como Jorge Abelardo Ramos lo que fueron esos años: ¨La moneda era sana, pero los hombres estaban enfermos. El Ejército rechaza a miles de jóvenes por inaptos. La tuberculosis hace estragos. La palabra neumotórax es una palabra del año 30... La pequeña burquesía se degrada: se forma una subclase de desocupados... Buenos Aires se puebla de buscavidas y de oficios inverosímiles... La pequeña burguesía tirita bajo el vendabal... En 1935 se empeñan en el Banco Municipal de Préstamos 10.340 máquinas de coser. SE acuña el vocablo manguero. El mate había sido una necesidad en los viejos tiempos de la pampa libre; luego fue un vicio amable en las conversaciones lentas. En 1930 es de rigor como alimento casi exclusivo, con el biscocho con grasa. Reina el bar automático. Con una moneda, baja del tubo sucio un sandwich indiscernible. Era el templo gastronómico, para los gourmets de la crisis: revestido de azulejos, como el hospital o la morgue... humedad, sofocación, un vaho de grasa y tristeza. Con el habano en los labios, rechoncho y cínico, con un busto metálico de Gorki en su despacho y un rápido gatillo, Natalio Botana hacía de Crítica el órgano cotidiano del crimen y el escándalo... el senador Serrey, legislador fraudulento por Salta, proyectará la Ley de Profilaxis social y la prostitución se hará clandestina... La sífilis y la blenorragia se expandirán triunfalmente... En Mendoza millones de hectolitros de vino desbordan alegremente las acequias y el trigo se acumula en los silos mientras el país entero se dobla de hambre... En las madrugadas los desocupados rodean a los canillitas que venden La Prensa. Los ofrecidos son mucho más que los pedidos...¨
No son años para andar en chiquitas ni para modales suaves. Cuando alguien molesta demasiado al Régimen, se lo baja de un tiro. Así liquidan en Córdoba al diputado provincial socialista José Guevara. Y si cuadra, hasta los recintos parlamentarios pueden servir de stand de tiro: el senador Bordabehere cae perforado por una bala dirigida a Lisandro de la Torre, en pleno Senado, y el asesino, Valdez Cora, sale del paso con una condena formal.
Es el tiempo de los grandes pistoleros y las bandas organizadas: el Pibe Cabeza, Mate Cocido, Bailoreto, Chicho Grande y Chicho Chico. Tiempo de grandes crímenes y pequeños asesinatos. Recuerda Félix Luna: ¨...el secuestro de Abel Ayerza, el asesinato del millonario Alzaga. La maffia domina en los bajos fondos. Avellaneda y Rosario son otras tantas Chicago. A fines de octubre se produce un hecho tristemente significativo. Matan en Avallaneda a Ruggerito, personaje de vida tenebrosa, vinculado a todo el malevaje urbano y suburbano. Lo asesina el Gallego Julio en saldo de viejas cuentas. Pero el episodio, que parece arrancado de una novela de Arlt, se escurre en el plano tenebroso de la crónica policial para cobrar relevancia nacional. Ruggerito era presidente de un comité conservador de Avellaneda y miembro prominente del entorno matonesco de Barceló. Su ataúd es envuelto en la bandera argentina y llevado a pulso por cinco mil personas...¨
La policía estaba en otra cosa. Para los delincuentes comunes, el dulce trato que las leyes prescriben; para los presos políticos, el nuevo invento del Régimen: la picana eléctrica. En Avellaneda, Barceló es un jeque, dueño absoluto de vidas y honras. Convierte a su satrapía en la capital de la timba, la coima, la prostitución y el peculado. Superior a Al Capone, que nunca llegó a ser alcalde de Chicago, posee un poder sólo limitado por su voluntad.
Desde La Plata gobierna la primera provincia argentina don Manuel Fresco, con pujos de Mussolini de entrecasa, aunque devotamente servidor de los intereses de su Graciosa Majestad Británica, desde sus tiempos de médico de los ferrocarriles ingleses. En su sede gubernamental ofreció una imagen de matonismo viril a lo Duce ganando elecciones a fuerza de cinismo, violencia y un fraude que hoy, a la distancia, parece inverosímil.
De un artículo de Miguel Angel Scenna para ¨Todo es historia¨, mayo de 1970.
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