las ubres del ganado. Corrobora
su obstinación de pájaros la aurora.
Forja el maizal si prédica opulenta.
La brisa en las acacias se impacienta,
en el azar del huerto se demora
y con plumón de cardo condecora
la arcilla fantasmal de una osamenta.
Mientras el campo entero se levanta
y ríe y llora y nace y muere y canta
de pie en su propia plenitud serena,
la maltratada espera de mi gente
seca el cansancio antiguo de su frente
parada en medio de la tierra ajena.
De “La lumbre permanente”
No hay comentarios:
Publicar un comentario