martes, 25 de junio de 2013

Contate un cuento I - 1º Premio Categoría “A” - Diego Bustamante

INTRODUCCIÓN:
El concurso literario narrativo “Contate un cuento” es el resultado de un largo proceso de enseñanza aprendizaje propuesto en 9º 2ª de la ESB Nº7.  Como dice Delia Lerner en “Leer y escribir en la escuela: lo real, lo posible y lo necesario”-  2001, Fondo de Cultura Económico-  se “aprende a leer, leyendo” Y se “aprende a escribir, escribiendo” y fue así que buscando una situación de escritura en contexto real se les propuso a los alumnos de 9º 2ª de la ESB Nª 7  seleccionar  algún concurso literario para que ellos pudieran participar; sin embargo, una alumna, Lorena Peralta, propuso a sus compañeros crear un concurso literario para que participen los alumnos de la escuela. Escuchada la propuesta, sus compañeros la aceptaron y con mucho entusiasmo y buscando consensos junto a la docente que  arbitró  los medios para concretar este proyecto, se pusieron a trabajar. Confeccionaron las bases, lo publicitaron y convocaron al jurado que estuvo integrado por la Inspectora de Área, Prof. Idelsa Arcuri, la directora de ESB Nº 7, Prof. Susana Jáuregui y el Prof. Ezequiel Feito, a quienes les damos un especial agradecimiento. Hoy los resultados están a la vista. La categoría a, correspondientes a  alumnos de ESB Nº7, cuenta con un ganador, Diego Bustamante- actualmente cursa 2º1ª de ESB Nª 7-  con su obra “Una ilusión a patadas”. La categoría B, correspondiente a alumnos de EDEM Nº 3,  con una ganadora, Candela Victoria, y su cuento titulado “ ¿Quién ha asesinado a Clarisse Ross?”. En la categoría A hay una Mención especial, que fue para el cuento Gaviotas escrito por Nadia Iarossi, pero también hay 16 alumnos con una sonrisa en su cara y orgullosos  por haber concretado su proyecto. Proyecto que tendrá su continuidad el año venidero, pero con la ilusión de que todas las escuelas de Balcarce puedan participar.
Prof. Paola Alessio



Una ilusión a patadas

Alumno de  2º 1ª ESB Nª 7 


-Goooooollll!!!!-el grito eufórico del relator hace temblar las tribunas de la Bombonera -Gooll del Cuti!!! ... El Cuti rompe redes!!!
La emoción es inexplicable;la dedicación de su gol a mi me perturba totalmente.Y pensar que hace dieiseis años...
Llegaba septiembre, y con él la primavera; yo estaba muy enamorada y ocurrió lo insólito: quedé embarazada. La noticia me llenó de orgullo y felicidad. Pero el sueño iba a perderse en un mínimo lapso de tiempo.
Hacía varios meses que salía con un muchacho joven y muy humilde, su trabajo solo bastaba para solventar los gastos de la pensión y para su comida día a día. Muy orgullosa de mi enamorado y padre de mi futuro hijo, decidí contarles a mis padres, hombre de gran estancia, con gran dineral y un gran afán por menospreciar a la gente que no fuera de su mismo status social. Con mucho esfuerzo pudieron aceptar mi noviazgo con un joven de un rango inferior al de  ellos, que la noticia de un embarazo provocó tal reacción que me echaron de casa.
Con lo puesto, una pequeña valija y sin un peso, golpee la puerta de la pensión; y a partir de ese día, mi vida se volvió un infierno. No había plata en la casa, la poca que ganaba mi marido servía para comer, el alquiler comenzó a ser una deuda, tuve que buscar trabajo.
Ya estaba difícil el conseguir trabajo, y mucho más para mi estando embarazada; pero al fin de un tiempo encontré trabajo como lavaplatos en un restaurante, el sueldo no era muy alto, pero alcanzaba para pagar la pensión.
Pero con el correr del tiempo comencé a notar que, a pesar de que la plata era poca, cada vez entraba menos. En esos días me enteré que mi marido tomaba mucho y tenía problemas de juego, y a la hora de la explicación, la única razón que recibí fue un puñetazo en la cara.
A pesar de que las marcas duraron varios días en mi rostro, el amor que yo le tenía no me dejó escapar de la tortura. Tortura que día tras día aumentaba. Lo último que recuerdo es que él llegó a mi casa, una noche, muy alterado, furioso e incontrolable, de la nada comenzó a golpearme en la cara, luego en la espalda y, por último, descargó todas sus fuerzas en mi panza de cinco meses.
Ésa vez se pasó; más de una vez soporté sus maltratos con mucho amor, paciencia y cariño; aguanté que se desquitara conmigo sus broncas de la calle; pero con mi hijo no. Esa noche, durante toda la noche, no pude moverme del piso, de donde él me había tirado, el dolor me lo impedía.
Cerca de las diez de la mañana mi propio marido no fue capaz de levantarme. Mi vecina, que había escuchado los gritos de la noche anterior, se acercó para ver si estaba bien o necesitaba algo. Al abrir la puerta se espantó de mi estado, me ayudó a levantarme y se ofreció a llevarme al hospital.
No pude aceptar esa  ayuda, ya estaba llegando tarde al trabajo y no podía permitirme perderlo; aproveché ese tiempo para pensar qué haría con mi marido y con mi vida.
Mi decisión estaba tomada; al llegar a la pensión armé el bolso, y cuando me disponía a partir, la misma vecina que me ayudó a levantarme, apareció frente a mí con una noticia, que a pesar de todo, me llenó de tristeza. Lo que durante toda mi jornada de trabajo yo había deseado con mucha fuerza, pasó: por un ajuste de cuentas, mi marido fue asesinado. El gran amor de mi vida, el padre de mi futuro hijo, había muerto.
Con una inmensa melancolía dejé la valija en el piso, y preferí quedarme esa noche en la pensión. Luego de varias horas, mientras esperaba conciliar el sueño, elegí el camino a seguir para construir mi vida.
Sin asistir al velorio que le organizaron los pocos amigos que tenía, al día siguiente fui a trabajar, ahora con un nuevo fin. La plata que ganaba era para pagar el alquiler y comer, y con lo poquito que sobraba compraba, poco a poco, las cosas para mi  niño.
A los siete meses de embarazo, una ecografía dijo que iba a ser varón, pero por las dudas todo era amarillo y blanco; hasta mi vecina se preocupó, y me prestó el moisés que habían usado sus cuatro hijos, con su ajuar amarillo tejido al crochet. Mi patrón, un buen hombre de familia, me regaló tres bolsones de pañales y un oso hermoso.
El veintitrés de Agosto del  noventa y dos, cerca de las nueve de la mañana, me dirigí al trabajo, con mi pancita de nueve meses, y tal vez un poquito más. Al cerrar la puerta de mi cuarto, rompí bolsa; grité. Mi vecina, al escuchar el grito, se asomó al pasillo y, al reconocer mi estado, llamó al hospital.
Tres horas pasaron desde que entré al nosocomio hasta que di a luz, pero Ezequiel llegó; estuvo los tres días de reposo, por el parto, a mi lado, y yo estuve, los dieciséis años que llevaba junto a él.
Al poco tiempo del nacimiento volví al trabajo. Mi patrón, conociendo la situación por la que estaba pasando, me ofreció el puesto de camarera por medio día, manteniendo el de lavaplatos por la mitad de la jornada. Ezequiel era cuidado por mi vecina, la que se ofreció porque estaba todo el día sola, era jubilada y no trabajaba; era para ella una gran compañía. El restaurante estaba casa por medio a la pensión y cada dos horas tenía quince minutos para ir a alimentarlo.
Cuando Ezequiel cumplió tres años comenzó a ir al jardín de infantes del barrio. Siempre fue muy buen compañero, con muchos amigos. Más de una vez creí que la falta de un padre en el hogar afectaría su crecimiento. Hoy agradezco a Dios que eso no sucediera.
Terminó el preescolar siendo abanderado, elegido por su sala. La emoción que tenía cuando se probaba su primer guardapolvo blanco es inexplicable; tuve y tengo un hijo bueno, cariñoso y muy estudioso. Mi sueldo se había duplicado y alcanzaba para todo. Todos los meses, una parte la guardaba; tenía el presentimiento de que algún día lo iba a precisar.
Y dicho y hecho. Una tarde, cuando Ezequiel estaba en quinto grado, se sentó frente a mí y me dijo:

- Mami, yo nunca te he pedido nada., pero esta vez es por una pasión... quiero, en el caso de que puedas, un par de botines.

Su carita me enterneció; yo sabía lo que era el fútbol para él; y sin siquiera pensarlo, tomé mis ahorros, y lo acompañé. Fichó con el equipo del barrio para el inter barrial; yo no falté a ningún partido. Terminó la primaria con la copa del torneo entre sus manos, y comenzó la secundaria con una nueva ilusión: llegar a jugar en la Bombonera.
Una tarde estábamos en el potrerito de la esquina, donde con mucho esfuerzo de madres e hijos habíamos levantado una canchita. Frenó, como de golpe, un auto último modelo, del cual bajó un señor de traje. Se dirigió directo y sin vacilar a Ezequiel, y dijo:
-Cuti. ¿Quieres probarte en Boca?
Mi muchacho solo atinó a mirarme y  mi consentimiento lo di con mi cabeza. En la primera exhibición, Ezequiel quedó en lista. Hoy, once de octubre del dos mil ocho, sentada en esta butaca, en esta platea, escucho:
-Gooll del cuti!!!...El Cuti rompe redes!!!

Mi hijo cumplió su ilusión, y yo mi deseo de verlo feliz.

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