En el club Alas Balcarceñas existió desde siempre, un gran tarro de maní con cáscara. Este tarro era muy particular porque, entre otras cosas, su maní nunca se agotaba. Alguien dijo que había sido un regalo de los dioses para los muchachos del Alas, mientras que muchos sostenían que se trataba de un cuento. Lo cierto es que los muchachos disfrutaban tanto del cuento como de la abundancia del tarro.
Por más que extraían maní, el tarro siempre estaba totalmente lleno. De vez en cuando aparecían cosas en su superficie, como ideas para poemas dirigidas al turco Alcoyana, acertijos para que descifre el Flaco Sosa, medias sucias, corchos, revelaciones y un sinnúmero de objetos varios; todos con destinatarios precisos y con un único remitente: el tarro.
La fuente de maní era verdaderamente asombrosa, pero como siempre había estado allí, los muchachos la trataban con naturalidad, como a un amigo rengo o tuerto, y sólo si se encontraban muy aburridos, hacían algún comentario o investigación sobre ella. Algunos muchachos ansiosos intentaron escarbar en el interior del tarro, pero se encontraron con un continuo de maní: tras cada maní solo había más maní. Un día, luego que el Mirlo extrajo un par de bolsas de papa llenas de maní sin encontrar el fondo, aparecieron súbitamente en la superficie dos mazos de cartas usados, uno todo de reyes de bastos y el otro íntegramente formado por 4 de copas. El Mirlo interpretó el oráculo como "amenaza e insulto" ¿? mientras que Chuleta, menos preocupado que el Mirlo, tomó las bolsas de maní y enfiló para la puerta dispuesto a comercializarlas; pero en cuanto cruzó el umbral del Alas, el maní se puso rancio instantáneamente.
Cualquier cosa que se tirara dentro del tarro desaparecía para siempre. Esta particularidad fue muy aprovechada por Soguita, que siempre se ubicaba cerca de la mágica fuente de maní, para deshacerse de sus anotaciones quinieleras ante el ingreso de los uniformados al club. Muchas veces se arrojaron papeles con preguntas al tarro, pero éste jamás devolvió una respuesta útil. Como en el concurso 768 del Prode, cuando Marmorato interrogó: - Partido 4, ¿Local, Empate o Visitante? El tarro solo respondió: - Maní.
El único investigador que estudió el tarro científicamente fue el farmacéutico Ulises Garsú, quien sospechó que se trataba de una especie de agujero negro. Primero porque no devolvía nada de lo que se tragaba y segundo por el resultado de sus pruebas con embutidos. El Dr. Garsú experimentó con salamines y longanizas a los cuales anclaba con un hilo a la pata de la mesa, los introducía en el tarro y los recuperaba rápidamente, digamos en fracciones de segundo. Los salamines aparecían secos como luego de meses de ser expuestos al tiempo: era evidente que el tiempo trascurría allí dentro a otra velocidad.
Igualmente muchas cosas no cerraban. Un agujero negro podría tragarse todo, pero esto no explicaba la aparición de objetos en superficie. El Dr. Garsú concluyó que se trataba de un nuevo tipo de conexión a un espacio-tiempo múltiple en el marco de la "Teoría Brunilda Agüero del tiempo, el espacio y las decisiones". La teoría es espantosamente compleja, pero el Dr. Garsú la explica en forma magistral:
"Transcurrimos en un sistema espacio-tiempo múltiple. Por ejemplo, hoy a la mañana me levanté y fui a la panadería y puesto en frente de la fuente de las facturas, dudé si llevar tortas negras o vigilantes. Finamente llevé tortas negras, pero sucede que, en el preciso momento de la decisión, el espacio-tiempo se bifurcó en dos: esto significa que el Dr. Garzú llevó tortas negras y que, en otro espacio-tiempo, el Dr. Garsú llevó vigilantes. Lamentablemente, concluye Garsú, sólo tenemos conciencia de un espacio-tiempo y además las tortas negras estaban húmedas."
"Este concepto tiene valiosísimas conclusiones y entre sus diversas aplicaciones resulta un efectivo somnífero, pues es letal para la angustia. No debemos angustiarnos por nuestras decisiones desacertadas. Nos fuimos del pueblo, pero también nos quedamos. Nos casamos con nuestra esposa, pero también con la noviecita de la primaria. Compramos el falcon pero también el chevy y el 4L. Si bien hoy solo tenemos conciencia de nuestra única vida, es posible que en algún momento podamos adquirir conciencia de las infinitas restantes."
El célebre científico estaba seguro que el tarro podía darle alguna respuesta sobre cómo encontrarse con todas estas vidas vividas y se pasaba horas frente al tarro intentando descifrarlo. Ante sus interrogantes, el tarro siempre y siempre, piadosamente sólo le contesto: -Maní.
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