martes, 25 de junio de 2013

Elegía para un cachorro abandonado - Por Ezequiel Feito

Duermo en el polvo más reciente que el cielo atrapa,
con una cuerda rota que como único vestido,
le recuerda una obligada libertad a mi memoria.
¿Sabes que he comido?:
El miedo al daño, y un charco que es espejo
y oráculo veraz de mi destino.

Tu envidias mi corretear alegre
mi fácil libertad. (Un bien dispuesto
en forma de horas y caminos)
Crees que tuteo al sol, y que el viento
me acaricia como a un elegido.
Que el agua es cristalina, que bebo estrellas
y que mi corazón late con la tierra al mismo ritmo...

¡Cuán poco me conoces! ¡Temo al silencio!
¡El agua me es amarga y el charco corrompido
seca mi lengua por el asco! Asco.
El profundo asco de mi mismo.
Mi alimento es cualquiera, mi festín lo que otros tiran
cuando el sol seca mis carnes y el viento
se burla de continuo
de esta esclavitud, este abandono que tu alabas.
Mi vestido
es el miedo y la ceniza de un mañana
que me ha de encontrar entumecido.

Y la luna hinchará mi cuerpo blando
de libertad y sueño, en cualquier camino.

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