Aunque muchos le habían anticipado que se sentiría ajeno a esas tierras, cierta nostalgia lo invadió cuando vio que definitivamente el colectivo estacionaba para trasladar a él y a unos cuantos sin destino seguro.
Nadie lo despedía, nadie le deseaba buen viaje. Todos como siempre- con esa mirada inexpresiva, cansada, como hastiada de mirar todo y no ver nada.
Atardecía. Cansinamente el sol desaparecía.
Finalmente llegó el momento. Una fila ordenada y un conductor que recibía y devolvía pasajes sin demasiada atención.
Antes de subir, giró su cabeza para mirar presentía- por última vez ese sitio que, aunque peligroso, ahora lo atraía con una fuerza particular. Se sintió envuelto en una nebulosa que parecía borrar el micro y su destino.
Cuando el vértigo de la partida definitiva comenzó a abandonarlo se vio ubicado en la fila tres, ventanilla, asiento tres.
Esos cuantos que habían hecho la cola con él estaban diseminados por el autobús. Junto a él, un joven se acomodó, sacó de su bolso un libro y se abandonó a otro viaje, el de la lectura.
De pronto, alguien se detuvo frente a él. Era curiosamente similar en cuanto a su vestir, su hablar, su contextura física en general. Lo diferenciaba una mirada particular, arrebatadora, fija y penetrante…
-Disculpe, señor, el asiento…
-Sí…¿qué sucede…?
-Es mi lugar, observe explicó con su mirada cautivante- fila tres, ventanilla, asiento tres.
-Creo que hay una equivocación. Veamos… ¿cuál es su destino?
-Duermevela.
-También el mío.
-Quizás usted tenga pasaje para el micro que sale en una hora…
-No, señor respondió con seguridad- tendremos que hablar con el conductor…
-Bien, pero creo que comete un error.
Ambos se dirigieron hacia delante y comprobaron que los dos tenían pasaje para la misma hora. El pasajero de mirar profundo le ofreció cambiar de lugar, ya que en el ómnibus había sitios vacíos. El joven que abandonaba el norte con cierta añoranza- insistía en mantener la fila tres, ventanilla, asiento tres. Además, quería terminar pronto pues un ensueño intermitente le estaba provocando cierto aturdimiento.
Regresaron entonces; uno, a la fila tres y otro, a la diez.
Terminado el incidente, se inició el viaje.
Todos con la mirada fija, sin parpadeos ni señales de cansancio.
………
Todos vieron cuando el camión cruzó la línea amarilla y se incrustó en el colectivo, dejándolo hasta la fila tres, ventanilla, asiento tres- hecho un montón de hierros retorcidos.
El joven que abandonaba el norte con cierta añoranza no alcanzó a ver nada: el sueño fatigoso lo había ganado.
Para el hombre de mirada fija y penetrante nada de lo sucedido lo sorprendió. Ahora era él quien además de ser el otro- debería ocuparse del sepulcro y de la ceremonia.
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