Escapar
Alumna de 2º 5ª de EDEM Nº 3 “Carmelo Sánchez”
Siempre tuve una vida muy convencional. Una familia tipo: madre, padre y un hermano mayor. Cuando terminé el secundario me fui a vivir sola, y empecé a estudiar arquitectura. Nunca tuve esos dramas que tenían mis amigas, y tampoco los deseaba. Esos dramas como muertes, accidentes, separaciones, embarazos. Lo más cercano a la tristeza fue cuando mi hermano se fue a estudiar a otra ciudad y lo extrañaba un poco los días de semana.
Siempre me caractericé por ser una mujer fuerte, feliz. Sin problemas, y que además tenía la suerte de disfrutar un montón de cosas.
Dejé mi carrera un año y medio después de haberla comenzado. Fue cuando conocí a Juan. El me lleva un par de años por lo cual ya se estaba por recibir de lo que es hoy en día. Un prestigioso abogado.
Vivimos en una casa muy grande y linda. Somos unidos entre nosotros, tenemos muchos amigos. Hijos no, yo no puedo. Y eso no es algo que me haya causado un trauma, como a muchas mujeres les pasaría. Yo lo acepto, y Juan también. Podríamos adoptar algún día... Si, aunque en este país los trámites de adopción sean un karma.
Tengo entre otras cosas la suerte de no demostrar lo que siento realmente. A veces no me gusta lo que me dicen pero lo disimulo como una actriz profesional.
Me pasó el día que el médico me dijo delante de Juan que nunca iba a poder ser madre biológica. Ellos en el momento pensaron que yo había entrado en una especie de trauma o algo así. Pero para quitarles esa duda, sonreí lo más natural posible.
No hablamos de ese tema mucho con Juan.
También tengo una vida muy sociable, eso lo aprendí de mi marido. Aunque mis amigas son mis amigas, y pocas por cierto. No nos vemos tan seguido como tendría que ser, pero una vez por mes aunque sea nos juntamos a cenar. Amalia, Betina, Martina, y Paula
A Paula si la veo siempre, es mi mejor amiga. Nos llamamos más seguido. Nos visitamos, salimos de shopping... Ella no tiene hijos, las demás sí. Por eso estamos en la misma. Aunque ella ni está casada, ni siquiera tiene novio. A pesar de que es muy linda.
El lunes a la mañana Juan me llamó que no llegaba a comer, así que ahí no mas la llamé a Paula que venga a almorzar conmigo.
Llegó a las 12 en punto. Siempre tan puntual, tan perfecta, pensé mientras le abría la puerta. El viento le había revuelto su pelo rubio y voluminoso. Tenía una sonrisa de felicidad, pero con un dejo de misterio. Sí, estaba definitivamente misteriosa. Comió poco, no tomo de la copa de vino que yo le había servido. Hasta que sin anestesia soltó: _Meche hay algo que tengo que contarte.
Y yo me la vi venir.
- Estoy embarazada
- Si, era justo lo que estaba pensando, era justo eso de lo que yo me había dado cuenta. Sentí muchas cosas. Sentí bronca y un poco de dolor. Lo que no pude sentir fue felicidad por ella. Revolví hasta en lo más profundo de mí en esos segundos en los que estuve inmóvil simulando sorpresa. Pero no, no encontré felicidad.
Y la abracé, porque no podía hacer más. _te felicito Pauli_ le dije, y me sentí la persona más mentirosa del planeta. Ella sonrió con su mejor sonrisa, y le hecho sal a la comida. Ella sabía bien de eso, sabía bien también echarle sal a mis heridas.
A la noche cuando Juan volvió le conté, se lo conté como si le estuviera diciendo que esa tarde me había comprado zapatos nuevos. No, en realidad los zapatos los disfruto mucho, que mal ejemplo. Se lo conté como algo muy al pasar. Y él se puso pálido. Yo me di cuenta lo que le pasaba, le pasaba exacto lo mismo que a mí, nos sentíamos excluidos de ese círculo de padres que ahora tenían mis amigas y sus amigos.
No quedaba nadie para compartir las salidas, es que claro, ya no teníamos 20 años.
- Qué bueno por ella - me dijo y se fue rápido.
Yo me acosté pensando en la cara de Paula cuando me lo dijo, no estaba del todo feliz. Seguramente porque el padre de la criatura no querría saber nada.
Yo no tenía hijos pero por lo menos estaba casada hacia ya doce años, y muy bien por cierto.
Me dormí. Me dormí pensando qué feliz que era mi vida, y qué feliz había sido siempre. Que yo nunca tuve esa clase de problemas, ni los iba a tener.
En la mañana del viernes me molestó que Juan saliera tan temprano, si ese día el trabaja solo de tarde. Seguro había ido a desayunar a ”breakfast” los sábados por lo menos iba a ahí.
Fui, si estaba desayunábamos juntos, y si no, me iba a pedir un café con leche bien grande.
Ni bien estacioné el auto le reconocí de atrás la remera celeste. Pero de pronto se sentó con él, en la misma mesa, Paula. Vendría del baño porque no había entrado por la puerta.
Supuse que se habían encontrado por casualidad, que bueno que mi marido y mi mejor amiga se llevaran bien.
El se paró, ella también. El la abrazó. Ella lloró. Seguro ella le contaba del embarazo. El la besó.
Como acto reflejo abrí los ojos bien grandes. No podía ser, esto no debía ser real. Juan la besó. Juan me estaba traicionando, siendo infiel. Esto no podía estar pasando. Mi mejor amiga, mi casi hermana. Pensé en entrar, armar un escándalo, pero no.
Volví a casa corriendo, ni siquiera usé el auto. No podía, estaba loca. Llegué, me tomé lo quedaba del whisky escocés, me acosté. Era temprano, las 8 de la mañana.
Pensé en matarlo a Juan, de verdad pensé muchas formas. Pero iba a tener que planearlo como en las películas, sino me iba a encontrar la policía y no quería ir presa.
También pensé en ella, con ella no quería planear mucho. Quería matarla pero abruptamente, con fuerza, sin planes. ¿Acaso no tiene justificativo un asesinato en esta situación?
Pensé muchas cosas, pensé cosas abstractas. Me estaba haciendo efecto el alcohol. Me dormí.
Sábado nueve de la noche, Juan se cambia, yo ya estoy lista. Vamos a cenar los dos solos a la casa de Paula a festejar la noticia del bebé.
Me carcomo por dentro de lo hipócritas que son, de la falsedad. De la maldad, de la traición. De la mentira. Pero falta poco para que me las paguen, para que sufran.
Llegamos, ellos se saludan como siempre. Y yo me imagino cosas, lo que no fue, lo que nunca va a ser. Lo que va a pasar a partir de ahora.
Recuerdo los momentos compartidos con ella. Con él, mi casamiento. Mis frustraciones.
Ahora me saco ante mi misma la careta de felicidad y veo qué podrida estaba mi vida. Qué fracaso había sido, aunque yo siempre escapaba. Yo nunca fui de esas personas que se enfrentan a la realidad. Para mi escaparme es más fácil.
Terminamos de cenar. Yo ya estaba decidida en qué momento iba a ser. Ya estaba todo planeado. Lo iba a hacer después de brindar como dice Ariel Rot.
A las doce y diez me levanté de la mesa, después de que las copas chocaran sus cristales. Los tres cristales como estas cuatro vidas que ahora estaban cruzadas. Pronto serian tres vidas cruzadas, cruzadas por error. Me levanté de la mesa, fingí ir al baño. Me senté en la cómoda cama de Paula. Imagine que ahí se había creado esa estúpida vida que llevaba adentro suyo, que era de ella y de mi marido.
Ahora pasaron diez minutos más. Son las doce y veinte minutos. Saco de mi bolso el arma. Me voy a disparar. Antes apoyo la carta en la cama.
Ojala pudiera quedar despierta en algún plano, en alguna dimensión solo para verles las caras. Cuando escuchen el tiro, cuando me vean muerta en la cama, cuando vean la sangre. Cuando lean la carta que con todo mi esmero escribí. Cuando yo apriete ese gatillo y la vida de ellos quede arruinada para siempre. No la mía porque no soy asesina, simplemente una suicida. No la mía, porque voy a estar muerta. La de ellos que van a seguir vivos y con la conciencia sucia. Cuando tengan que declarar testificando que pasó. ¿Entregaran la carta? Les espera el infierno, a mí no. Yo me escapo de esta vida.
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