en la parte mas baja del cerro.
Se acostó suavemente en el agua
atrapando unos cuantos insectos.
A unas nubes que, maleducadas,
por el agua pasaban sin verlo,
las deshizo en sus pálidas garras
que parecen rezar en silencio.
Por las noches, inmóvil, desgarra
con sus dientes perfectos y quietos,
unas pocas estrellas, que errantes
saciar buscan la sed de los muertos.
Se va hinchando del sol de la tarde
cuando el pasto despinta su cuerpo,
y el sereno crepúsculo arde
en sus ojos callados de cielo.
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