miércoles, 19 de junio de 2013

EDAD DE NUESTRA LITERATURA - Por Ernesto Sábato

Al reiterado y erróneo lugar común que habla de la juventud de nuestras letras, hay que recordarle, como hace G. de la Torre, que en el momento mismo en que los primeros cronistas de Indias pusieron sus péñolas sobre el papel nacía nuestra literatura. Pero más aún: no siendo el hombre un ser meramente natural sino un ser cultural, en el cual no se da sólo el activo reflejo del cosmos que lo rodea sino la herencia espiritual, y siendo el idioma algo así como la sangre del espíritu, es obvio que nuestros antepasados son Cervantes y Quevedo, y hasta Berceo y los oscuros rapsodas del Cid. Del mismo modo que la gran literatura norteamericana no ha salido de la nada, o de esa casi nada que sería su propia y estricta realidad, sino que es la herencia de Ben Jonson y de Shakespeare, de Chaucer y de Swift, de sus poetas populares y de la gran versión inglesa de los textos bíblicos.

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