El, le dijo un piropo,
y yo, que era el galán de la doncella,
al atrevido le tiré del jopo,
allí, delante de ella.
Al salir de la clase,
sostuvimos un duelo a coscorrones,
y no se pudo ver el desenlace
porque las madres de los dos campeones
celosos de su dama,
se pusieron de acuerdo en definirlo
con un sonoro chirlo
y la amenaza de un domingo en cama...
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