Ya en las invasiones inglesas se hizo célebre una mujer del pueblo, Manuela Pedraza, llamada Manuela “la tucumana” , que entregó a Liniers un fusil que arrancó personalmente a un soldado inglés.
La pulpera Martina Céspedes, durante las mismas invasiones, apresa doce soldados ingleses en su propia casa, y con ayuda de sus hijas, maniatados y sin armas los presenta a Liniers.
En Vilcapugio y Ayohuma, entre los humos del desastre, una mujer de color, con sus dos hijas, socorría a los heridos y circulaba entre la metralla, con cántaros de agua, dando de beber a los sedientos. Se trataba de María de los Remedios del Valle, humilde mujer que ganó por su heroísmo el grado de capitana. Sus últimos años fueron de terrible pobreza, y aun de mendicidad en las calles. La Patria la había olvidado lamentablemente, como a tantos héroes del pueblo.
Heroicas fueron las hazañas de Juana Arduzuy de Padilla, nacida en Chuquisaca en 1771, a quien el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata otorgó el grado de teniente coronel. Como en otros casos, errante y pobre, en 1825 solicita ayuda oficial. Cuatro mulas y 50 pesos fue todo lo que se le dio a ella, que despertó la admiración de jefes realistas como en coronel La Hera. Su acción duró más de 15 años de incansable lucha por la causa americana.
Memorable es también la vida de “Machaca” Güemes, incansable al lado de su hermano, el heroico Martín Güemes.
Notable es el caso de Juana Mora de López. Presentó reiterados y utilísimos servicios a las fuerzas patriotas. En Salta, en busca de noticias sobre las tropas de Arenales, cuya llegada se esperaba con ansia, consiguió burlar la guardia realista y, luego de atravesar penosamente cerros y valles, recogió los valiosísimos informes, que permitieron el triunfo de las armas argentinas. Esta mujer del pueblo fue paseada en triunfo por las calles de Salta, en mérito a los servicios prestados a la causa de la Patria.
En los primeros tiempos de la revolución se destaca la figura de María Sánchez de Thompson, nacida en Buenos Aires en 1786. En su casa se cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino. En 1812 reunió a damas patricias de su amistad para armar a los ejércitos de la Patria…
Martina Silva de Gurruchaga reunió, al paso de Belgrano por salta, peonada de su finca, y al par que ofrecía al general Belgrano su casa como alojamiento, le proporcionó un contingente que libró batalla en los campos de Castañares, el 20 de febrero de 1813. Su acción le valió el título de capitana del ejército, acordado por Belgrano.
Merecen especial recuerdo Remedios de Escalada de San Martín, “esposa y amiga” del prócer; Tomasa de la Quintana de Escalada, en cuya casa se reunieron varias damas cotizándose para comprar en onzas de oro fusiles que eran necesarios al Triunvirato, y que oficiales de un barco norteamericano anclado en Buenos Aires estaban dispuestos a vender, pero sólo en oro.
Las patricias que bordaron la bandera del Ejército de los Andes, son también justamente recordadas por la historia.
En las guerras civiles, es conmovedor el heroísmo de Margarita Weiss de Paz, que compartió en la cárcel, donde se efectuó su matrimonio, las penurias de su esposo, el general José María Paz.
En la lucha o en el hogar, la mujer argentina tuvo notable participación en la sociedad argentina, no obstante que su labor fue en muchos casos heroicamente oscura y silenciosa. La postergación de sus derechos y su reclusión obligada, fue el resultado de prejuicios que felizmente han desaparecido del país.
Del libro “Cultura Ciudadana La sociedad Argentina” . Año 1953
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