jueves, 20 de junio de 2013

¿Qué leer? Víctor Hugo, una buena elección Por Jorge A. Dágata

 El pasado 26 de febrero se cumplieron 201 años del nacimiento de Víctor Marie Hugo, uno de los más destacados exponentes de la abundante literatura francesa, probablemente el más universal y a la vez el que más vigencia mantiene en la actualidad entre los autores del siglo XIX.  Poeta, dramaturgo, novelista, político, intelectual comprometido e influyente en la historia de su país, Víctor Hugo ha emergido de las controversias que suscitó su estilo entre pares y críticos: puede afirmarse hoy que es un contemporáneo. Con las palabras de su compatriota Francois Mauriac, “comienza apenas a ser conocido. Estamos a las puertas de su verdadera gloria. Su purgatorio ha terminado”.
¿Por qué vale la pena leer a Víctor Hugo? No solamente porque es un clásico maravilloso, ni porque sea imprescindible para un conocimiento siquiera somero de la literatura universal. Su obra impacta por su dureza, conmueve por su sinceridad, atrapa por la fuerza de sus protagonistas y deslumbra con su entramado político y social. Aprende uno la historia de una época de Europa, clave para el mundo en que vivimos. Pero más enriquece por su bucear  en  la condición humana, una capacidad extraordinaria para plantearse los más urgentes problemas de ésta, nuestra época, la marginación, la influencia del poder sobre la vida cotidiana de los hombres, la construcción de sociedades democráticas más justas.

AUTOR Y PERSONAJE
Su vida y su obra mantienen un paralelo tan notable que en muchas de sus páginas, duda uno si está hablando el hombre o el escritor, si no es éste el verdadero protagonista disfrazado en el nombre del personaje. Es el caso de “Historia de un crimen”, donde describe el golpe de estado de Luis Napoleón, luego Napoleón III, las peripecias de los representantes de la Asamblea para mantener el poder en el pueblo que representaban. El desgarramiento de la sociedad, las persecuciones y matanzas que en los libros de historia ocupan unas pocas líneas, se comprenden de la mano de Hugo como si se las estuviera viviendo, porque no son tan distintas de otros procesos que en distintas partes, también entre nosotros, aplastaron la voluntad de las mayorías. Víctor Hugo era miembro de esa Asamblea y es testigo de las lealtades y traiciones, percibe con dolor la decadencia de Francia, que termina, con el régimen de Napoleón III, en la derrota completa del ejército imperial francés en Sedán. El fin de una dictadura imprevisora, que para desahogar las tensiones internas que había potenciado declara una guerra absurda e innecesaria a su poderosa vecina, Alemania. Parece una crónica de la Argentina reciente. El regreso de Hugo a su patria, tras veinte años de exilio, la nueva República  Francesa que lo recibe como héroe.  

ES  APASIONADO Y APASIONANTE
¿Resulta difícil o pesado leerlo? No, en absoluto. Es atrapante. Los suyos son de esos libros que una vez comenzados será difícil cerrarlos. Cada capítulo de sus novelas deja abierta una situación que uno está ávido por saber cómo sigue. Hugo continúa la tradición de los folletines, que había llevado a su mayor popularidad Eugéne Sué, con “Los misterios de París”, purga al género de sus vulgaridades o “golpes bajos”, como suele decirse en la novelística, y construye una obra de interés continuado, elevándola a la altura de las mejores creaciones de la narrativa de todos los tiempos. Es válida, sin embargo, la crítica que se le ha hecho por algunas de sus digresiones. Le pesarán al lector un buen número de páginas de “El hombre que ríe”, donde describe con todos los detalles los privilegios de la nobleza en Inglaterra.  Puede saltearlas, la idea general importa en la trama, no las cuestiones puntuales.


PARA COMENZAR
¿Por qué obra comenzar? Sus novelas son la mejor puerta de entrada. La poesía envejece más rápidamente y Hugo no es la excepción. Leer obras de teatro tiene sus dificultades. Creo que “El hombre que ríe”, con la observación ya señalada, es un buen comienzo. Luego, “El 93”, “Los trabajadores del mar”, “Los miserables”, por supuesto, y “Nuestra señora de París”. Comenzar despertará el deseo de conocer más Víctor Hugo, y hay lectura para rato.

ES  UN AUTOR ACTUAL
Con respecto a su actualidad, o por qué  lo considero un contemporáneo, la propia lectura lo confirmará. Pero también puedo añadir que hace unos días, el 14 de febrero de este año, se estrenó el filme musical “Los miserables”, dirigido por Tom Hooper, protagonizado por figuras estelares y con varios premios internacionales. Continúa una serie interminable de adaptaciones de sus obras al género musical, al cine o a la ópera, con las más distinguidas versiones: “Lucrecia Borgia”, de Gaetano Donizetti, “Ernani” y “Rigoletto”, de Verdi, “Marion Delome”, de Amilcare Ponchelli.
Los lectores conocerán seguramente la versión para la televisión francesa de “Los miserables”, realizada en el 2000 por José Dayan, con Gérard Depardieu y John Mlkovich. O la popular de los estudios Disney de “El jorobado de Notre Dame”, de 1996. Los que tengan inclinación por la música, las obras huguianas de Bizet, Wagner, Camille Saint-Saëns, Fauré, las varias piezas sinfónicas de su amigo Franz Liszt en sus poemas Mazeppa, basada en “Los orientales”.
Víctor Hugo es inagotable. Puede accederse a su obra, se reimprime sin pausa. Hay libros completos, gratuitos, en internet. Qué bueno estaría que se leyera en su genuino lenguaje, la escritura: va mucho más allá que cualquier versión. Enriquece, despierta.  Vale la pena. 
ALGUNAS FRASES DE VÍCTOR HUGO

- La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano.
- Los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta, la juventud de la edad madura.
- Los que padecéis porque amáis: amad más todavía; morir de amor es vivir.
- ¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta.
- La libertad de amar no es menos sagrada que la libertad de pensar. Lo que hoy se llama adulterio, antaño se llamó herejía.
- Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien.
- La melancolía es la felicidad de estar triste.
- La libertad es, en la filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en la política, el derecho.
- Cuando el amor es feliz lleva al alma a la dulzura y a la bondad.
- Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga.
- Juzgaríamos con mucha más certeza a un hombre por lo que sueña que por lo que piensa.
- A nadie le faltan fuerzas; lo que a muchísimos les falta es voluntad.
- Lo que conduce y arrastra al mundo no son las máquinas sino las ideas.
- No son las locomotoras, sino las ideas, las que llevan y arrastran al mundo.
- La humildad tiene dos polos: lo verdadero y lo bello.
- Lo que bien se piensa, bien se expresa.
- Imputar la revolución a los hombres es imputar la marea a las olas.
- La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo.
-El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.



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