Cuando la doncella Mariana le contó a Robin cómo los había amenazado el chérif, él afirmó:
Ése hombre merece que le den una lección.
Fue así como Robin cambió sus ropas con las de un carnicero y se dirigió una vez más al mercado de Nottingham. Instaló su puesto, y muy pronto hizo un estruendoso negocio, porque por un penique daba a sus clientes más carne de los que otros carniceros vendían por tres peniques. Hasta le vendió carne a la esposa del chérif, y
le regaló un corte de primera calidad. Ella se alegró tanto que les permitió, a él y a otros carniceros, que cenaran en la sala de recepción del chérif. Cuando ellos se sentaron a la mesa, Robin oró brevemente antes de comer:
Que Dios nos dé la entereza ¡de comer todo lo que hay sobre la mesa!
Todos los carniceros rieron. Ese joven travieso parecía bastante inofensivo. Cuando Robin anunció: Yo los invito a todos, y arrojó cinco libras sobre la mesa, ya estaban decididos a perdonarle cualquier cosa.
El chérif, al ver cómo el joven derrochaba dinero, pensó: “Éste es un joven necio, y a un necio es fácil quitarle su dinero”. Y decidió entablar conversación con el joven carnicero.
Dime le preguntó el chérif, refiriéndose al ganado vacuno , ¿tienes animales con cornamenta para vender?
De ésos sí que tengo respondió Robin . Doscientos o trescientos. Y cien acres de tierra. ¿Sabe usted cuánto podría valer todo eso?
El chérif le ofreció a Robin trescientas libras, la mitad del verdadero valor.
Entonces venga conmigo, y traiga el dinero dijo Robin , y si le gustan los animales y la tierra, podemos llegar a un acuerdo.
El chérif se esforzó en evitar que la baba le cayera por el mentón al pensar en el maravilloso y sorpresivo negocio que estaba haciendo. Así fue como el chérif montó un palafrén, y él y Robin salieron cabalgando de la ciudad.
El camino pasa a través del bosque comentó Robin.
Que Dios nos proteja de Robin Hood respondió el chérif.
Cuando se hallaban en la espesura de Sherwood se encontraron con una manada de cien ciervos.
Éstos son algunos de mis animales con cornamenta dijo Robin .
¿Qué opina de ellos?
¿Qué quiere usted decir, compañero? ¡Éstos son los ciervos del Rey! ¿Y dónde están sus cien acres de tierra?
¡Vaya pregunta! Hemos estado cabalgando sobre esas tierras. Todo Sherwood es mío, si es que le pertenece a algún hombre. Al terminar de hablar, Robin sonó tres veces su cuerno. Media docena de sus hombres aparecieron y rodearon al chérif.
Yo he comido hoy en su sala de recepción, y pagué por ese privilegio. Y también fui cortés y felicité a su dama. Ahora usted me devolverá el honor le dijo Robin.
Los bandidos escoltaron al chérif, a quien le vendaron los ojos, por los senderos tortuosos que conducían al campamento secreto. Cuando le quitaron la venda, vio a Robin y a Mariana que reían alegremente. Así fue como el chérif tuvo que comer el ciervo cazado ilegalmente ante sus ojos, y beber el vino robado de su propia bodega. Y Robin se cercioró de que él haya pagado trescientas libras por ese privilegio. Colocaron al chérif sobre su caballo y lo mandaron de regreso a Nottingham; era un hombre más pobre y más sensato.
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