jueves, 20 de junio de 2013

Poesías extraídas del libro “Sentir lo Argentino” del poeta Gualberto Gregorio Márquez, más conocido por su seudónimo “Charrúa” Edición 1943



Amanecer

Rompe la aurora en jirones
el cielo, que antes dormía,
y la primer luz del día
peina los sauces llorones;
cruzan los patos silbones
que anuncias ya la postura,
mientras puebla la llanura
algún caraú con su grito,
que al oído llega enterito
y entra en el alma con tristura.

La lejana serranía
se comienza a divisar,
y el sol que quiere asomar
tomará el mando del día;
pasa un chimango de espía
en vuelo como de trazos,
y allá entre el junco a retazos
brilla hermosa la laguna,
¡como si anoche la luna
se hubiera roto a pedazos!

La cuchilla contorneada
de macachines en flor,
muestra ese lazo de amor
que le ató la madrugada;
una nube festoneada
queda con tintes de grana,
que vaporosa y liviana
se va perdiendo en el cielo,
como si fuera un pañuelo
que ha olvidado la mañana.

Continúa seductora
silbando la martineta,
que allá entre el esparto inquieta
se despertó con la aurora;
el sol sube sin demora
todos los campos va bañando,
y mientras va evaporando
de los pastos el rocío,
yo tiro un recuerdo mío


Tata no quiere…

No te me andés empolvando
ni pintándote el hocico,
que no sos hija de rico
pa tanto andarte arreglando.
¡Andá a lavarte, te mando,
mirá como te venís!
¡Si tan sólo la nariz
te has dejao sin acomodo:
uñas, labios, ojos, todo…
y flaca como lombriz!

¡Hasta tu clina ha cambiao
quien sabe con qué mistura,
que has güelto de lo'e Ventura
de pelo alazán tostao!
Las cejas se te han raleao
y te has teñido el cachete;
¡tenés tanto colorete
que parecés un payaso
con cada taco machazo,
sin trenzas y de copete!

Por andar tan presumida
cuidándote la pollera,
hoy se mamó la ternera
y ahura quemás la comida.
Cuantito uno se descuida
de te encuentra arrinconada,
con tu herramienta platiada
tironeándote las cejas,
pero no ves las ovejas
que van pa la tierra arada!

Rejuntá tinta y enseres
y echálos a la basura,
y si reclama Ventura
decile: “Tata no quiere”.
O de no que sólo espere
qu'el fuego los aproveche,
que asigún cuenta Arbeleche
si así vas a la ordeñada,
extraña la Colorada
y escuende toda la leche!

Y aura traé a Eleuteria
pa que veng'a acompañarte
así podrás engordarte
porque has güelto a la miseria.
 Y no te me pongas seria
que mi cariño te ampara;
era más linda tu cara
cuando chica y revolcada,
te'iba a lavar la finada
para que yo te besara!


El cantor

Es la mente del cantor
raro pincel con que atina,
a pintar lo que imagina
o lo que bien observó;
capricho que en él florece
cuyos coloridos narra,
al compás de una guitarra
que entre sueños se forjó.


Tempranito

Ha recogido el pampero
con ráfagas matinales,
las acacias y sauzales,
donde ayer trinó el jilguero;
toca su diana el hornero
apenas ha amanecido,
y un ceibo grande y erguido
muestra su flor encarnada,
que tomó de la alborada,
su tinte rojo subido.


El mate

El mate es como un emblema,
signo de Patria, a mi ver,
y en manos de una mujer
resulta todo un poema;
resulta todo un poema
porque en los dos hay poesía,
es amigo cada día
y de tarde o mañanita,
es estilo, vidalita,
es himno en la tierra mía.

La más delicada mano
lo recibió del salón
y en la rueda del fogón
la del humilde paisano;
el mate es como un hermano
padre y abuelo a su vez,
compañero en la vejez
es amigo en la desgracia,
ejemplo de democracia,
modelo de sencillez.

Madrugó como un campero
con el peón más diligente,
y al patrón se hizo presente
al asomar el lucero;
él fue de todo estanciero
agasajo principal,
y en la puerta del corral
de la yerra en el fogón,
siempre estuvo el cimarrón
como un amigo cordial.

Se halla en todos los hogares
como cosa necesaria,
de allí escucha la plegaria
los llantos o los cantares;
según sean los lugares
sus bondades acrecienta,
en el barco las aumenta
y el arriero en viaje largo,
nunca olvida el mate amargo
que suple todo y contenta.

¡Y a cuántos en tiempo de pobreza
no será el mate que los ha nutrido,
cuando en horas de angustia ni han tenido
con qué servir los platos de su mesa!

El mate allá en los albores
de la patria nacía,
siempre estuvo en compañía
de nuestros libertadores;
con los gauchos defensores
anduvo en el regimiento,
y fue como voz de aliento
antes de entrar en combate,
por eso el gaucho y el mate
son dignos de un monumento.


Salpicando

En las épocas actuales
que tanto cambio se nota
y en que van como en derrota
hasta las clases sociales,
hay que evitar que los males
que las quieren corromper
destruyan lo que hasta ayer
esencia fue de cultura,
trebolar que en la llanura
no dejan hoy florecer.

Se va perdiendo el sentido
de Patria, lo que es peor,
como si ante un invasor
todo cayera rendido;
y aunque es derrumbe el descuido
algo se puede salvar,
bastaría reaccionar,
poner lo nuestro en la cumbre
y hacer de cada costumbre
como una especie de altar.

Se ve claro la agonía
de lo que es la tradición,
pues la despreocupación
la envuelve en nube sombría;
la varonil gallardía
baja también la pendiente
y en la juventud creciente,
lo dijo aquí con enojos,
¡hay quien se sombrea los ojos
y se hace la permanente!

Los varones de esa clase
no son, en verdad, varones,
y visten con pantalones
porque el sastre se los hace;
una ley que los arase
debe dictarse al momento
y, para más escarmiento,
como medida ejemplar,
mandárseles el anular
el acta de nacimiento.

Agréguese a todo esto
el escrúpulo menguado
de los que ante un negociado
el amor patrio han depuesto;
de los que desde alto puesto
practican la corrupción,
de los que no hacen cuestión
de ser o no caballeros,
llenándose de dineros
a expensas de la Nación.

Debe con mano pesada
castigarse con rigor
imponiendo sin tempo
la sanción más extremada;
no perdonársele nada
al que en lo indigno se embarca,
así ya sea un patriarca
quien pierde honor y decoro…
¡cuánto más grande es el toro
mejor le cabe la marca!


Mi escuela

Más escuela no he tenido
para mí instrucción campera
que la extensión toda entera
de mi suelo tan querido;
es en él donde he leído
lo que he logrado aprender,
pues bien se puede leer
en el suelo, con cariño,
aprendiendo desde niño
lo que de hombre hay que saber.

Yo deletreé en la cartilla
de nuestras cosas primeras,
en los ranchos, las taperas,
y en la volanta sencilla;
vi un plano en cada tropilla
de esos hombres aguerridos,
indicando recorridos
de distancias inmedibles,
cuando a ellos los imposibles
les eran desconocidos.

Yo leí en los pajonales,
en las sierras, lomas, llanos,
en las zarzas, los pantanos,
en el monte y los breñales;
yo aprendí de los zorzales
la expresión nativa y pura,
yo conquisté la hermosura
de mi suelo con amor,
y así cada estrofa es flor
que hoy me habita en la llanura.

Yo leí en los tajamares,
en los jagüeles, la noria,
a lo que hoy me es una gloria
dedicarle estos cantares;
son tratados seculares
que veo desaparecer,
en los que pude aprender
las cosas que en mí palpitan;
tratados que no se editan
pero en que se puede leer.

Yo he leído hasta en la luz
que besa la cortadera,
en la larga carretera
y del toro en el testuz;
en la gama, el avestruz
cuando hace una escaramuza,
en el tero, en la lechuza
que dicen tanto en su grito,
y “Patria” está como escrito
en el chiripá y en la blusa.

Aún leo en el prenderío
y galas del paisanaje,
como el memorial del viaje
del cariño a lo que es mío;
aún leo en el atavío 
de la china bien plantada,
y al cruzar una bandada
de patos o de cigüeñas,
leo memorias porteñas
que firma el sol de pasada.

Y sigo siempre constante 
en esa lectura bella,
de la vida por la huella
y lo nuestro por delante;
aprensa así el ignorante
en su propio suelo a leer,
aprenda para poder
hoy o mañana enseñar,
que el suelo nuestro es altar
y que la patria un deber.

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