La mujer sube a un micro.
Lleva bolsas en las manos
y la mirada perdida.
Otro día se abate
sobre la capital dormida.
Es la vida de una trabajadora,
el espejo que refleja y mira.
Es el juego que juegan
quienes se ganan la vida.
El destino, perro vagabundo,
viaja de noche y de día.
La mujer baja en una esquina.
Apura nerviosa el paso. Las horas
corren y se precipita la tarde.
Camina cargada de cosas,
camina, y sobre ella
camina la vida:
Un hijo que la espera
Una llamada perdida.
Un pálpito poderoso
que la arrincona y anima.
La mujer llega y espera.
La mujer es el río brillante
por donde pasan los días.
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