En la rama de un árbol trabaja
una araña su tela. El jardinero atento la miraba
y al fin dijo con aire chocarrero:
- Mucho tu industria, amiga, te desvela
por fabricar tus redes pescadoras;
pero tan frágil tela
durará, me parece, y pocas horas;
que al podar esa rama, vendrá abajo
la hamaca en que te meces, y perdido
será tu vil trabajo
y los días que en él has consumido
- Y dime, -le responde el pobre insecto-
¿este bello jardín que tú cultivas
con arte tan perfecto,
y este árbol y esas casas tan altivas
por siempre han de durar? Tu misma mano
que amarga mi existencia y sólo espera
lanzarme el golpe insano,
¿No es, como yo, también, perecedera?
Engaña al hombre su impotente orgullo
pensando que del tiempo en el abismo
de un gusano el capullo
y el bello Panteón no son lo mismo.
Tuvo razón la araña
que todo en este mundo es telaraña.
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